Reed elige a Picasso

Reed elige a Picasso

Creación

Reed elige a Picasso

Le he preguntado qué obra de arte moderno, si pudiera escoger, se llevaría a casa: me sorprendió, pero pensándolo bien no tiene nada de extraño que haya elegido un dibujo a tinta de Don Quijote y Sancho

Contenido relacionado: Basilio Baltasar elige el Cristo de Dalí

Publicada
Actualizada

“Le llaman el cazador de dictadores o el cazador de monstruos, manera un poco teatral pero bastante exacta de describir su oficio porque Reed Brody, consejero, portavoz y jurista de Human Rights Watch (Observatorio de Derechos Humanos, HRW), se dedica precisamente a reunir pruebas, recoger testimonios, encontrar testigos, compilar informes contra tiranos responsables de crímenes contra la humanidad y llevarlos ante la Justicia. En esa tarea despliega una perseverancia extraordinaria y una imaginación afinada para movilizar complicidades y simpatías.

Hace 16 años que trabaja en el caso que ahora se está juzgando en un tribunal de Dakar (Senegal): el del ex dictador del Chad Hissène Habré por miles de asesinatos políticos, el recurso sistemático a la tortura durante su régimen (1982-1990), y su responsabilidad en cerca de 40.000 muertes. Brody ha viajado a Chad 30 veces y otras 30 a Senegal…”

Así comenzaba el reportaje que publiqué hace ocho años en el diario El Mundo sobre Brody, neoyorquino de origen húngaro que ahora vive en Barcelona, y que acaba de publicar un libro sobre sus experiencias y recuerdos de una vida muy accidentada, en buena parte dedicada a buscar, con la ayuda de víctimas, supervivientes, testigos y abogados, el castigo para gente malvada que ha hecho mucho daño. A algunos ha logrado llevarlos ante la Justicia, otros se le han escapado entre los dedos. El libro se titula Atrapar a un dictador y en España lo acaba de publicar la editorial Debate. Es una lectura cautivadora. Brody tiene muchas cosas que contar, algunas ciertamente atroces, y las cuenta con buen pulso narrativo.

Conocí a Brody en Barcelona hace diez años, durante una fiesta en un jardín, en vísperas de uno de sus viajes a Chad. El suyo era un oficio extraño, y para nada desprovisto de peligros, pues los monstruos que él perseguía no le tenían precisamente cariño y esa clase de gente es capaz de todo. Pero no me pareció asustado: es un hombre vitalista, disfrutón, con un gran sentido del humor y de
conversación animadísima; por cierto, habla un castellano perfecto, gracias a sus primeros trabajos juveniles, cuando aún era asistente del fiscal de Nueva York y pasaba largas temporadas en Nicaragua para documentar los crímenes de la Contra. Si yo siguiera viviendo en Barcelona desde luego que haría todo lo posible por frecuentarlo, pero el azar ha dispuesto las cosas de otra manera…

Para celebrar la salida de su libro en España, aunque con Brody no recuerdo haber hablado nunca de arte, le he preguntado qué obra de arte moderno, si pudiera escoger, se llevaría a casa. Me sorprendió, pero pensándolo bien no tiene nada de extraño que haya elegido un dibujo a tinta de Picasso que representa a Don Quijote y Sancho. Explica así su elección:

“Mi madre era artista. Crecí rodeado de sus cuadros, collages y esculturas. Hasta los diecisiete años pensaba que el famoso boceto de Pablo Picasso de Don Quijote y Sancho Panza en nuestra pared
lo había pintado ella. Así que es una obra que me conecta con mi infancia, pero también con mi trabajo como activista. Soy un idealista quiere cambiar el mundo como el Quijote, pero, espero, soy
también lúcido y con los pies en el suelo como Sancho.”

El dibujo se reprodujo por primera vez como portada del semanario francés Les Lettres Françaises en agosto de 1955, en un número que estaba dedicado a conmemorar el 350 aniversario de la publicación de la primera parte de la inmortal novela de Cervantes. En cuatro trazos dramáticos y rápidos –no creo que le llevara más de cinco minutos— Picasso sabe reflejar el idealismo del personaje, alto y fatigado, el humor de sus relaciones y diálogos con su fiel escudero y
hasta el sol de Castilla, que ilumina sus aventuras, especialmente la de su lucha con los molinos de viento, que también aparecen en el dibujo. Está muy bien que el sensato y materialista Sancho, subido a su querido burro, le esté mirando, como preguntándose qué rayos le llevó a ponerse en camino en compañía de tan extraño señor…