José María Guelbenzu

José María Guelbenzu YOLANDA CARDO

Letras

José María Guelbenzu: "Aceptar la vida como es realmente es un acto de supervivencia inteligente, nunca una derrota"

El escritor madrileño, que reflexiona sobre su trayectoria, se despide de la narrativa con Una gota de afecto (Siruela), una novela sobre la memoria, la imposibilidad de cambiar el pasado y la ingenuidad de vivir de acuerdo a un plan establecido

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Para cualquier lector, el nombre de José María Guelbenzu es más que familiar. A sus espaldas, se extiende una larga trayectoria narrativa y como crítico literario. Sus reseñas han sido para muchos referencias ineludibles a la hora de adentrarse en la literatura contemporánea. Títulos como El peso del mundo, Mediodía en el tiempo o Los poderosos lo quieren todo forman parte de la narrativa española contemporánea. Ahora publica Una gota de afecto (Siruela), novela tras la cual, asegura, ya no vendrá otra. Con ella el escritor madrileño pone punto y final a su trayectoria narrativa. Escrita en estilo noble, cuenta la historia de un hombre que regresa a la casa en la que comenzó su vida y de la que huyó por un deseo irracional de dejarlo todo atrás. En este libro Guelbenzu nos habla de la memoria, de la imposibilidad de cambiar el pasado, sobre la importancia de saber asumir la vida tal cual es y de lo ingenuo que es poder convertirla en lo que uno desea que sea.

Usted ha comentado que Una gota de afecto será probablemente su última novela porque cree que ya no puede superar lo que ha escrito. ¿Es una constatación también de que la escritura solo es posible con la ambición de superarse a uno mismo?

En mi caso no hablaría tanto de falta de ambición cuanto del hecho de que, en estos momentos, no me encuentro ni con ideas ni con fuerzas y tampoco con impulso para mejorar lo que he hecho. Y, la verdad, no le veo la gracia a escribir para volver a hacer algo parecido. Además está el problema de tiempo por delante: ya tengo bastantes años y esto no es baladí. Por lo que se refiere a la ambición, lo que puedo decir es que siempre ha estado en todo lo que he escrito. Lo que sucede esta es la primera vez en que me he dado cuenta de que he conseguido algo que yo siempre he ido buscando en cada libro: una concordancia entre mi ambición y el libro escrito. En el caso de Una gota de afecto esta concordancia se ha dado y esto ha hecho que me quede más tranquilo, satisfecho, incluso.

José María Guelbenzu

José María Guelbenzu YOLANDA CARDO

En esta novela aparecen muchos de los temas que han marcado su narrativa, pero en esta ocasión no son tratados desde la mirada de un niño o de un joven, sino de una persona mayor que mira hacia atrás.

Cuando presenté el manuscrito les dije a los de la editorial que había escrito una novela de aprendizaje al revés:  empieza y termina cuando el aprendizaje ya ha llegado. Puesto que el aprendizaje ya está aprehendido, lo que cabe hacer es mirar hacia atrás.

Al leerle pensaba en El esperado o La cabeza durmiente, donde la infancia y la adolescencia son dos etapas centrales y donde aún existe una mirada hacia el futuro.

Efectivamente. Aquí pasa todo lo contrario. Una gota de afecto es una novela que he escrito desde la altura de una edad y, quizás por esto lo que me interesaba era ver cómo alguien, en un momento determinado, se encuentra al final del camino, ya ha hecho todo lo que ha hecho y no puede arreglar apenas nada. Como mucho puede arrepentirse, pero ya existe hay marcha atrás. Y esto es algo de lo que se da particularmente cuenta el protagonista cuando se encuentra con dos jóvenes que viven en la casa que él abandonó años atrás y a la que nunca quiso regresar. La distancia entre ellos es enorme, como mínimo tres generaciones los separa. Y él ve en ellos algo que él nunca tuvo.

Esa vida que nunca tuvom y que ve reflejada en los dos jóvenes, se le aparece en el momento de regreso a esa casa, que simboliza todo lo perdido y lo rechazado.

Él se fue de esa casa muy pronto a hacer sus estudios en Madrid. Después hizo su vida sin querer nunca volver, olvidándose de esa casa y de toda la gente -su familia- que la habitaba. El regreso a es una especie de retorno no tanto a la infancia, sino al país natal, al lugar donde empezó todo. Al regresar constata la enorme distancia que hay entre esa casa y él mismo. Se fue porque quiso rebelarse contra la vida que tenía y contra esa casa, que encarnaba todo lo malo de una vida que no le gustaba. Lo que sucede es que la suya es una rebelión ciega. Es decir, no es capaz de asimilar lo que está pasando y sacar conclusiones. Se rebela porque su vida no es cómo él desea, así que decide que, una vez que se marche de esa casa, su vida será lo que él diga . Cuando toma la decisión que irse no es consciente que aspira a algo imposible, porque la realidad y la vida son mucho más que lo que tú deseas que sean.

'Mediodía en el tiempo'

'Mediodía en el tiempo' SIRUELA

La vida casi nunca es tal y como uno querría que fuera.

Se dice muchas veces que la vida es injusta, pero es una frase completamente errónea. No se puede definir en términos morales la vida, en el sentido en que no es ni justa ni injusta. La vida sucede y punto. Lo que es justo o injusto es tu manera de entrar, participar y salir de la vida. Claro que hay situaciones injustas, pero estas no se deben a la vida, sino que dependen de nosotros, de las personas que las provocamos.

Hay quien ha hablado de un ciclo moral dentro de su trayectoria narrativa, pero lo cierto es que gran parte de sus novelas son una reflexión sobre cómo los individuos afrontan la vida y las transformaciones histórico-sociales.

Una de mis primeras novelas que tuvo éxito fue El río de la luna; en ella hay un personaje que tiene mucho que ver con el protagonista de Una gota de afecto. Esto es algo de lo que me he dado cuenta solo ahora, pero es cierto: lo que une a estos dos personajes, creados con tanta distancia temporal, es que ambos se empeñan en modificar la realidad. Son personas que no aceptan lo que tienen porque no tienen la flexibilidad suficiente para darse cuenta de que aceptar lo que hay, acetar la vida como es realmente, es un acto de supervivencia inteligente, nunca una derrota.

Esto, en el fondo, es de lo que nos habla El Quijote: la suya es una huida de la realidad que concluye, al final, con una extraordinaria lucidez.

La suya es una locura muy especial, pero al final de lo que hablamos son de actos de locura contra lo que se tiene delante. Es negarse a ver el verdadero sentido de lo que se tiene adelante.

José María Guelbenzu

José María Guelbenzu YOLANDA CARDO

Leyéndole pensé también en su novela Mentiras aceptadas por la relación que ahí se narra entre Gabriel y su hijo, incluyendo las expectativas del padre ante el futuro del hijo.

En esta novela que mencionas se ve en Gabriel una actitud muy típica de muchos padres: el deseo de que su hijo le salve de aquello que hizo mal. Pero esto es absurdo, porque cada uno tiene su sitio en la vida y el hijo no puede remediar lo que su padre hizo. En Mentiras aceptadas se habla del amor de padre. Se suele hablar del amor de una madre hacia sus hijos, así que yo quise hablar del amor que un padre siente por su hijo, un amor que, en parte, se sustenta en el engaño, en el sentido en que Gabriel vive engañado con respecto a su hijo, proyectando una realidad que no es.

Uno de los temas centrales de esta novela y de su obra es la memoria y la posibilidad de retener el pasado.

Hay siempre un deseo de retener lo que se ha perdido, pero aquello que se puede retener de lo que ya no está es su memoria y su recuerdo. Ante la muerte, uno puede pensar que no deja nada sobre la tierra, pero lo que deja son las personas en las que ha influido con su manera de ser. Uno sigue vivo mientras su memoria exista. Lo que sobrevive es tu inmortalidad y, para eso es necesario que se acuerden de ti, que hablen de ti quienes nunca llegaron a conocerte. Esa es la única manera de sobrevivir.

Una gota de afecto tiene su origen en un ejercicio con el estilo alto, con el estilo noble.

Sí, quería escribir en un estilo mucho más clásico, más tradicional, con ese estilo al que se suele definir como noble, de cierta altura. Así que empecé a escribir sin más propósito que el de ejercitar este estilo, pero, mientras escribía, me empecé a preguntar si sería capaz de seguir adelante y construir toda una novela así. Quería ver si era capaz porque, por lo general, escribimos de la manera en que habla nuestra generación, así que escribir en estilo alto te obliga a establecer una diferencia. Comencé haciendo pruebas, escribiendo dos o tres escenas, pero no tenía nada planeado. Y si bien es cierto que yo siempre les digo a mis alumnos que no se pongan a escribir una novela sin tener una intención clara, seguí escribiendo sin intención, lo que sucede es que, cuando ya tenía escrita algunas páginas, me empezó a interesar lo que había contado y quería indagar más en la figura de este hombre que luego terminaría siendo el protagonista.

'Una gota de afecto'

'Una gota de afecto' SIRUELA

En la literatura contemporánea el estilo noble, este estilo que algunos califican como de antes es rara avis. Lo que no es tan extraño es encontrarse con libros que abrazan el coloquialismo hasta el punto de que el lector echa de menos una cierta voluntad de estilo.

Ciertamente. El coloquialismo es un intento de reproducir lo que es la vida actualmente y la vida es muy coloquial, a la pata la llana. Lo que sucede es que los asuntos de verdadera importancia y las verdades de gran relevancia requieren un estilo determinado. Esto es algo que me ido dado cuenta con el tiempo y explica que haya querido escribir esta novela. Perom a mi edad, ya no puedo seguir escribiendo en este tono porque no me queda tiempo.

Uno de sus primeros referentes fue James Joyce…

Sí, es cierto.

Se lo comento porque él llevo hasta las cimas más altas de la literatura el coloquialismo. Baste pensar en cómo reproduce el habla de la calle.

Para conseguir algo así, lo coloquial tiene que pasar por un filtro. No basta escribir siendo coloquial, sino que hay que ser coloquial de una manera consistente. Es necesario trabajar mucho el lenguaje. Esto es algo que he tenido siempre presente, sobre todo en los momentos en que yo mismo he recurrido a lo coloquial. Y este trabajo sobre el lenguaje requiere distancia. El problema del coloquialismo es que a veces te mete demasiado dentro de la novela y dificulta la distancia entre el texto y el lector. En cambio, un estilo más alto y noble te permite marcar la distancia a la cual tienes que situar a tu historia y tus personajes para manejarlos y construirlos de verdad. La distancia es imprescindible para escribir, pero también para leer. No hay que leer identificándose, hay que leer poniendo distancia, que es que lo que te permite realmente abarcar la novela que estás leyendo. Lo que sucede es que ahora se invita mucho a la identificación, te venden un libro diciéndote que te identificarás con los personajes, como si eso fuera lo esencial en la lectura. No lo es.

José María Guelbenzu

José María Guelbenzu YOLANDA CARDO

Usted siempre ha sido un gran defensor de la ficción.

El escritor tiene que ser un inventor. No puedes andar copiando, transformando, ajustando o coloreando una cosa que ya existe. En este sentido, estoy completamente en contra de la autoficción. Cuando hace un par de años supe que el Premio Nobel se lo daban a una autora de autoficción se me llevaron los demonios. Estaba indignado. Un escritor inventa un mundo. Un creador de mundos es Tolstoi, por ejemplo, alguien que crea un universo entero con todos sus detalles. Un escritor que cuenta cómo le va la vida demuestra muy poca ambición.

Ahora el yo está muy presente en la literatura. ¿Cree que falta ambición en la literatura contemporánea?

Yo creo que en este momento debemos estar en una situación de cambio y no termino de percibir por dónde se irá. Indudablemente estamos en un momento en el que existe un deseo de hacer novela con la realidad. Lo hizo muy bien Sebald, por ejemplo, en Austerlitz, pero, en términos generales, este deseo es un gran error. A mí los libros de Emmanel Carrère no me convencen, no tienen ni de lejos el peso y la importancia de una novela como Anna Karenina. Diría que sí, que estamos en una situación de falta de ambición. Para mí una novela es Rojo y negro, que es una ficción de arriba abajo.

Anna Karenina, Rojo y negro… tampoco lo pone fácil con estos referentes.

Pues te diré que creo que, si voy a un editor y le digo que he escrito una novela titulada Rojo y negro y le cuento de qué va, se me ríe en las barbas.

Usted también ha escrito diez novelas policiacas.

Sí, pero lo he dejado porque, en realidad, no me interesaba escribir novela policiaca. Lo que pasó es que, en un determinado momento, para no perder el contacto con la escritura, decidí escribir este género. Reconozco que soy es un gran lector de novela policiaca clásica, así que conocía los modelos. Escribí la primera de la serie y funcionó bien. Lo lógico era seguir, pero no seguí cómo se esperaba, porque no me estimuló lo suficiente la escritura de esas novelas. Lo único que verdaderamente me interesaba de ellas era el personaje femenino. De hecho, escribí diez novelas solo para poder narrar al personaje femenino y tener la experiencia de seguirlo a lo largo de muchos años. Pero el género policiaco no me interesa: es muy convencional y no ofrece demasiadas posibilidades de invención. Exige sobre todo repetir, más que inventar.

José María Guelbenzu

José María Guelbenzu YOLANDA CARDO

Usted lleva muchos años dedicándose a la crítica literaria, ¿sigue teniendo curiosidad por leer después de tanto tiempo?

Absolutamente. A mí me hubiera gustado ser un alazán que se dedica todo el día a leer. Eso es lo que me encantaría ser todavía hoy. Tengo una curiosidad inmensa. Y creo que he aprendido a leer bien y a disfrutar de las buenas novelas, a entrar a fondo en ellas. No sé si voy a escribir otra novela, pero, en breve, publicaré dos libros: uno es una selección de críticas literarias y el otro es una especie de miscelánea, donde se habla de arte, de problemas sociales, de teoría de la novela…

¿Le sigue estimulando hacer crítica a pesar de que ya no tiene la relevancia de antes?

Evidentemente, ahora no tiene mucha relevancia, no tiene el peso de antes, cuando la crítica podía situar un libro o consagrarlo. Estamos en un momento en el que son más importantes dar las noticias que explicarlas. Ahora es difícil que alguien llegue a un libro a través de una crítica. Sin embargo, en mi opinión, aunque haya quedado relegada, la función de la crítica es fundamental. La crítica permite además enseñar a la gente a leer a fondo, algo que no suele hacerse.