Marcos Giralt Torrente en Barcelona

Marcos Giralt Torrente en Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Letras

Marcos Giralt Torrente: "No hay nada peor que escribir con deseo de venganza"

El novelista madrileño explora los imperfectos vínculos familiares en Los ilusionistas (Anagrama), una suerte de continuación narrativa, quince años después, de Tiempo de vida, la memoria íntima dedicada a su padre

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A Marcos Giralt Torrente le gusta pensar Los ilusionistas (Anagrama) como la cara B de Tiempo de vida, el libro donde reconstruía su relación con su padre, el pintor Juan Giralt. Se trataba de una indagación sobre el duelo y una radiografía sobre quién era su padre. Ahora Giralt Torrente se fija en la familia de su madre, los Torrente Malvido. Los ilusionistas es una especie de autopsia de esta rama familiar, una autopsia que comienza con una pregunta: ¿Qué hizo que los cuatro hijos de Torrente Ballester y su primera esposa fueran como fueran y tuvieran la trayectoria vital que tuvieron? Giralt Torrente escribe sobre sus abuelos, la relación entre ambos, las ausencias y el legado que, de una manera u otra, todos ellos, incluido el autor, tuvieron que manejar.  

Este libro dialoga directamente con Tiempo de vida y, como usted mismo señala, se ha ido escribiendo a lo largo de varios años. ¿Es un proyecto que siempre ha estado ahí?

Los ilusionistas es, efectivamente, un libro hermano de Tiempo de vida. A veces digo que es la cara B de Tiempo de vida. Hay discos en los que la cara B es mejor que la A. En cuanto a mis libros, no me atrevería a decir cuál es el mejor de los dos. Siendo hermanos, son muy distintos. Tiempo de vida es un viaje a la relación entre un padre y un hijo que sigue un hilo cronológico y tiene esa sencillez, esa maravillosa sencillez, de las tramas concentradas. En Los ilusionistas hay más personajes, el orden cronológico no es tan férreo y es un relato más poliédrico. De lo que no hay duda es que no habría podido escribir Los ilusionistas sin haber escrito Tiempo de Vida, que fue un aprendizaje que me preparó para escribir este nuevo libro. 

Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente GALA ESPÍN Barcelona

Pero ¿la idea de escribir Los ilusionistas siempre estuvo presente?

Diría que este libro está en mí desde antes incluso que ser escritor. La pregunta principal es qué nos hace ser como somos; en términos más concretos, la pregunta que se plantea es por qué los personajes de este libro, estos cuatro ilusionistas, estos cuatro hermanos, fueron como fueron. El libro se pregunta por qué, teniendo una base de cierto confort burgués y cultura a su alcance, estos cuatro hermanos tuvieron trayectorias vitales tan distintas de lo que uno –a priori– proyectaría para ellos. ¿Qué sucedió es sus vidas? Esta es la pregunta que organiza en parte la trama  y es una pregunta que yo me hacía ya de niño, cuando comencé a tomar conciencia del tipo de familia en la que había nacido. En cuanto al proceso de escritura es un libro que ha tenido, precisamente por lo que te decía, una larga maduración; para escribirlo, necesitaba que algunos de los acontecimientos que narro se ordenasen previamente en la vida. Tenía que limpiar mi mirada, deshacerme de ese rencor que podía sentir por algunos personajes. No hay nada peor que escribir con deseo de venganza. Es un libro que he escrito a lo largo de muchos años, a lo largo de los cuales he ido publicando otros libros.

Como en obras anteriores, especialmente en Tiempo de vida, la ausencia está en el centro de la reflexión. La ausencia de la madre y del padre son, en cierta manera, el punto de partida.

La ausencia es un tema omnipresente. Esa búsqueda de los motivos explica las razones de que estos personajes fueran de esta manera. La respuesta más fácil y directa, y la primera que yo mismo planteo es la de la pérdida de la madre, fallecida joven. Sin embargo, gracias al libro me he ido dando cuenta de que es simplista afirmar que los cuatro hermanos fueron así por la muerte de su madre, como simplista también sería reducir a la madre de estos cuatro hermanos, es decir, a mi abuela, solamente a una víctima, por mucho que muriera prematuramente y se sacrificara por la familia de un modo que no lo hizo su marido, Gonzalo Torrente Ballester. Por lo que se refiere a las ausencias del padre, diría que no se traducen en una herida. No son ausencias sentidas dramáticamente porque mi abuelo consiguió hacer ilusionismo y hacer ver a su familia, a su mujer y sus cuatro hijos, que seguía viviendo con ellos, aunque no viviera, ejerciendo una especie de raro control remoto y contando las historias que contaba. Lo que sí es cierto es que este aparataje que mi abuelo construyó para matizar o amortiguar su ausencia tuvo sus consecuencias a la hora de moldear el carácter de sus hijos. 

Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente GALA ESPÍN Barcelona

Uno de los motivos que recorren el libro es que su familia materna, desde sus abuelos hasta su madre y sus tíos, no terminan de encajar: no provienen de la burguesía, pero aspiran a una vida burguesa; en los finales de los años setenta se mueven en los círculos culturales, pero no forman parte de la movida que se impondrá  en los ochenta.

Todos los personajes están de alguna forma desubicados. Por eso aparece en varios momentos las palabras desclasado o desclasamiento. Creo que este sentirse desubicado es algo innato a todos los personajes del libro, incluido yo, en tanto que me considero un personaje más. De alguna forma no pertenecer a una clase social definida te hace ser más consciente quizá de la variedad del mundo que te rodea. Te permite moverte con más ubicuidad si sabes y aprendes cómo hacerlo. Sin embargo, no cabe duda de que esta sensación conlleva aspereza, porque implica no saber muchas veces cuál es el lugar de uno y, al tiempo, ser juzgado por los demás a partir de prejuicios. Nadie sabe qué esperar de ti y dónde ubicarte.

Yo creo que, por lo general, los hijos de los artistas suelen vivir en esta indefinición, porque un artista puede codearse con lo más alto de la sociedad, puede salir en los periódicos y ser conocido y en casa tener la luz o el teléfono cortados porque no hay dinero para pagarlos. Esto a los hijos los desubica y hace que se pregunten quiénes son exactamente: su padre es importante y conocido, pero no tiene dinero, mientras que el padre del vecino se levanta a las ocho y va a la oficina sin tener relevancia, pero tiene dinero. 

'Los ilusionistas'

'Los ilusionistas' ANAGRAMA

En la novela se oponen también dos formas de vida: la vida de artista/literario que su abuelo, Torrente Ballester, disfruta, y la de su abuela, que permanece en Galicia, cuidando de sus hijos.

Mi abuelo fue víctima del machismo de una sociedad que todavía hoy es machista. En la novela hablo de la España de los años treinta y cuarenta, en la que, incluso a una persona sensible y culta como él, consideraba natural que , en tanto que hombre, tuviera una vida predestinada a un fin determinado; en su caso, el triunfo artístico. La mujer tenía como única finalidad estar en casa.Mi abuelo, como todos los hombres de la época, se sentía en el derecho de decidir cómo debía ser la vida de su familia y consideraba lógico que la ocupación de su mujer fuera la casa. Visto desde el presente, esta mentalidad es terrible, sin embargo, sigue vigente. Hay hombres que siguen pensando así, incluso en el mundo cultural. No vamos a dar nombres, pero cuántos escritores que triunfan hoy no tienen acaso a su lado a una mujer que ha renunciado a un montón de cosas para que ellos puedan dedicarse a su obra. Esto hoy es mucho menos perdonable que antes. 

Usted hace hincapié que tampoco es correcto definir a su abuela como víctima. 

No, porque hay algo en esta situación que a mi abuela le venía bien. Ella no quería marcharse de Galicia y, aunque él se fuera a Madrid, ella siempre jugó sus cartas para ver si conseguía que, tarde o temprano, volviera. Ella no fue a Madrid, se quedó. Lo que les redime a los dos como pareja es la relación amorosa. Cuando uno habla o piensa en sus abuelos o en sus bisabuelos, lo hace despojándolos del sexo. Puede resultar chocante como nieto ver que tus abuelos eran una pareja que, en los años 30, vive la sexualidad de una manera intensa. Ellos eran capaces de encontrarse en Zamora, que está a medio camino entre Galicia y Madrid, solo para acostarse.

Marcos Giralt Torrente y Anna María Iglesia

Marcos Giralt Torrente y Anna María Iglesia GALA ESPÍN Barcelona

Esta sexualidad tan viva queda patente en las cartas que intercambiaron, pero que usted no transcribe, sino que reescribe.

Al principio, el primer capítulo era mucho más largo porque utilizaba las cartas de verdad. La propiedad física de las cartas pertenece a quien las recibe: las cartas escritas por mi abuelo pertenecían a mi abuela, que se las dejó a sus hijos. La única hija que queda es mi madre. De esta manera llegaron a mí. Sin embargo, luego está el derecho intelectual, que pertenece al remitente o a sus herederos. Mi abuelo tuvo once herederos, uno de ellos mi madre, pero quien tenía que aprobar el uso de las cartas eran los once. Pensé en pedir permiso a todos los herederos, pero me di cuenta de que implicaba someter a escrutinio mi libro ante muchas personas. No me apetecía. De ahí la idea de versionarlas. De partida me dio bastante miedo, porque no me sentía capaz, pero luego, cuando me puse, me resultó bastante fácil, aunque reconozco que, al versionarlas, las cartas han perdido frescura.

¿En qué situación está el archivo de su abuelo?

Mi abuelo, cuando era mayor, llegó a un acuerdo con varias instituciones gallegas para crear la Fundación Torrente Ballester, que hoy tiene sede en Santiago de Compostela y en la que participan la Universidad de Santiago, el Ayuntamiento de Santiago y la Diputación de la Coruña. Donó su biblioteca y su archivo a la Fundación, pero todos esos materiales todavía están por inventariar. Lo que pasa es que, tras enviudar de mi abuela, se volvió a casar dos años después, así que dio algunas cosas a los que por entonces eran sus únicos cuatro hijos, los que había tenido con mi abuela. Entre estas cosas están las cartas que me han ido llegado de maneras diversas, no solo a través de mi madre, sino también  de una tía. Todo lo que me ha ido llegando de mi abuelo lo he donado a la Biblioteca Nacional. Me propongo donar también las cartas, que he conservado hasta ahora porque las necesitaba para este libro y quería ser el primero en darlas a conocer. Son cartas muy interesantes y espero que algún día se puedan publicar, porque tienen interés para cualquier estudioso.  

Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente GALA ESPÍN Barcelona

Luego hay un diario que, si no me equivoco, no se puede publicar hasta que todos los cuatro hijos del primer matrimonio fallezcan.

Efectivamente. Es un diario que abarca desde finales de los años 40 hasta los primerísimos 60 y al que ni yo ni nadie ha tenido acceso. Lo donó a la Universidad de Albany, donde estuvo como profesor durante un tiempo, con la condición de que no fuesen publicados hasta que sus cuatro hijos, Torrente Malvido, hubiesen muerto. En esta exigencia, evidentemente, había una voluntad de impedir que sus hijos leyesen algo que no sabemos qué es y no lo sabremos hasta que se publique, esperando que sea dentro de mucho, puesto que la única hija Torrente Malvido que vive es mi madre. Me parece una desconsideración lo que hizo mi abuelo a sus hijos: hubiera conseguido el mismo objetivo, pero sin apuntar directamente a ellos, pidiendo que el diario no se publicara hasta cien años después. Fue muy rudo y bastante feo lo que hizo. Es subrayar que hay algo en esos diarios que no quiere que sus primeros cuatro hijos conozcan. 

¿Cómo afectó a los hijos esta decisión?

A todos les dolió. Para los cuatro fue una espinita que tenían clavada. Era inevitable que sintieran cierta inquietud por saber la razón de que su padre hiciera esto y qué era lo que no quería que supiesen. Tampoco vivieron obsesionados; yo lo he oído mencionar alguna vez, pero poco más, si bien era evidente que les dolía el gesto. Yo me pongo en su pellejo y me dolería de la misma manera. 

'Tiempo de vida'

'Tiempo de vida' ANAGRAMA

Una figura central en el libro es su tío, Gonzalo Torrente Malvido, que terminó en la cárcel por robar y que, tal y como dejó escrito su abuelo, le provocó mucho dolor. ¿Cómo fue cambiando su percepción hacia él desde que era niño hasta ahora?

Mi madre, siguiendo los pasos de su padre, mi abuelo, hizo con mi tío lo que hacía con todo: explicarlo y contar su realidad a través de historias que me contaba. Estas historias servían para hacer la realidad más confortable. Lo mismo hizo con su hermano, cuya historia romantizó. Cuando con cuatro o cinco años mi madre me llevó por primera vez a la cárcel a visitarlo me lo describió como una especie de Robin Hood. Al crecer me fui dando cuenta de que no era Robin Hood, pero, al mismo tiempo, empecé a relativizar su historia y era inevitable preguntarse quién es realmente más ladrón, si mi tío que ha robado algún banco o el director del banco.

En la medida en que creces te das cuenta de la complejidad de la condición humana: mi tío hizo una serie de cosas que objetivamente están mal, pero que alguien quiebre leyes o, en el caso de mi tío, que alguien sea capaz de robar, incluso de robar a gente querida, no lo anula como individuo. Hay una parte negativa en él, pero está también el resto. Me empecé a despegar de él cuando me tuve que convertir en una especie de policía en casa para evitar que nos hiciese a nosotros las mismas trastadas que hacía el resto de la humanidad en un momento en el que, además, en casa no se navegaba en la abundancia. 

Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente GALA ESPÍN Barcelona

Usted recuerda su trayectoria como escritor.

Sí, porque él escribió, lo que pasa es que siempre a salto de mata. No tenemos que olvidar, aunque algunos lo niegan, que, por muy de izquierdas que seas y por mucha literatura comprometida que escribas, escribir es un oficio burgués. Necesitas tener una casa, una mesa y cierta rutina. Y esto solamente se alcanza desde un cierto confort económico. Mi tío nunca lo tuvo; por no tener, en cuarenta años tampoco tuvo ningún carné de identidad auténtico, ni domicilio fijo, ni un lugar estable… De hecho, sus mejores libros los escribió en la cárcel porque, paradójicamente, allí tenía tranquilidad y rutina.

Hay un momento en el libro en el que se interroga sobre cómo contar la historia de la familia. ¿Le costó contar la vida de su tío o la vida de un abuelo que había pertenecido a Falange? ¿Sintió cierta incomodidad ante estas cuestiones o ante la necesidad de asumirlas para luego narrarlas?

No me costó asumir la vida de mi tío. Cuando era adolescente me gustaba ir a la contra, la historia de mi tío me hacía sentir orgulloso y aprovechaba cualquier ocasión para decir que había estado en la cárcel porque robaba bancos. Tener un tío ladrón me hacía más interesante. El tema de mi abuelo es distinto. De joven era rabiosamente de izquierdas y republicano. Lo sigo siendo, pero, al madurar, ahora lo soy menos rabiosamente. Que mi abuelo hiciera la guerra en el bando equivocado me dolía hasta el punto de que, de adolescente, adopté un abuelo alternativo, Bergamín, al que quise mucho y que había hecho la guerra donde tenía que hacerse.

Dicho esto, se sabe perfectamente cuál fue la trayectoria de mi abuelo. Escribir sobre ella no implica descubrir nada. Lo que sí creo es que se exagera en demasía, a veces con cierto interés, su faceta de falangista. Ciertamente formó parte del aparato de propaganda de Franco durante la guerra; ciertamente fue falangista, aunque no de primera hora -llegó al falangismo desde el galleguismo de izquierdas-, y, durante la guerra, hubo algo que le sedujo del falangismo, sobre todo el ambiente, puesto que se encontró con otros compañeros de su generación, algunos de ellos con personalidades muy poderosas, como Dionisio Ridruejo. Se cargan mucho las tintas sobre su falangismo, pero no se hace lo mismo con Ridruejo, que fue el epicentro de ese grupo, y que, por lo que me contó mi madre, era una persona muy carismática y con mucha influencia entre sus amigos.

Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente GALA ESPÍN Barcelona

¿Por qué de Dioniso Ridruejo no se recuerda permanentemente que fue a la División Azul, por ejemplo? A pesar de ello, nos quedamos con el Dioniso Ridruejo que caminó hacia una oposición democrática y lo hizo desde el interior del régimen. A mi abuelo, sin embargo, se le cuelga permanentemente el San Benito de que fue falangista, cuando lo fue más tibiamente que Ridruejo. Cuando se pasó la oposición, lo hizo también de manera más tibiamente, porque así era su carácter.

¿Cree que esto ha condicionado la recepción de las obras de su abuelo?

Desde la derecha siempre se ha esgrimido el argumento de que se ha valorado más a los escritores del lado republicano y de izquierdas. Yo estoy muy poco puesto en literatura falangista; a Agustín de Foxá y compañía los he leído poco. No sé si hay grandes genios olvidados. Por lo que se refiere a mi abuelo, diría que ni su fama –cuando la tuvo– fue debido a ser del bando falangista, ni el olvido de su obra es resultado de su posicionamiento político. Diría que el olvido tiene que ver con el tipo de lectores que somos hoy:  para muchos, su literatura remite a un mundo un poco decimonónico, a una imaginería y a una serie de conflictos que resultan lejanos y ajenos para ciertos lectores. Creo que mi abuelo es un escritor modernísimo, pero esa modernidad –piensa en sus juegos estructuralistas– puede resultar abrumadora para algunos lectores. Si a esto le sumas una gestión no perfecta de su legado el olvido de su obra se entiende mejor.