El jueves por la noche me quedé enganchado a Horizonte, el programa, digamos, político de Iker Jiménez, un hombre polifacético que sigue hablando de apariciones y psicofonías en Cuarto milenio, pero ha mutado los jueves en debelador oficial del PSOE de Pedro Sánchez. Iker había pillado esa noche a un peruano con cara de mafioso de telenovela que se dedicó a poner de vuelta y media a José Luis Ábalos, del que había sido socio en sus negocios en el Perú, que incluían una ONG cuya sede, según otro tertuliano, estaba trufada de sospechosos jacuzzis.
El peruano, cuyo nombre no se me quedó, describía a Ábalos como un súper mangante y un rijoso de marca mayor que necesitaba el sexo como el agua que bebía. Y, aunque se adivinaba cierta intención de quitarse el muerto de encima con las trapisondas del ex ministro, ofrecía un retrato de éste aún más lamentable que los que habíamos visto hasta ahora.
Mientras atendía a sus jeremiadas, me di cuenta de que estaba enganchado a aquello como en otros tiempos, en noches de escasa actividad mental, me quedaba despierto hasta las tantas consumiendo las miserias de la Pantoja o de sus hijos, DJ Kiko y la india amazónica que se trajo de Sudamérica no sabemos muy bien para qué (ambos desheredados en la actualidad, lo cual los obliga a patearse los platós para ganar unos mangos).
Es decir, que las desgracias del gobierno se han convertido en la nueva telebasura: todos los programas de entretenimiento han sustituido los dimes y diretes de folklóricas, cotillas profesionales y todo tipo de sacamuelas por el interminable culebrón del PSOE, que ofrece novedades a diario y se hace con una audiencia considerable entre todos los que desean ver en el talego a los tres tenores: Sánchez, su mujer y su hermano, y hasta a Rodríguez Zapatero si sus presuntos chanchullos en Venezuela y la República Dominicana se acaban confirmando.
La verdad es que el gobierno es un flujo constante de historias (eso sí que son creadores de contenidos, y no los influencers) nacidas para la chufla o la desesperación. Fijémonos en Maríajezú Montero, diciendo, con todo su papo, que Santos Cerdán no tiene nada que ver con su partido, cuando apenas tres semanas atrás era el secretario de organización.
O en el propio Cerdán, exigiendo sus 19000 euros de finiquito en el Congreso de los Diputados después de, presuntamente, haber robado a mansalva dinero público (ese que no es de nadie). O exigiendo que lo pongan en libertad porque no hay indicios suficientes para mantenerlo entre rejas, suficiente motivo, según él, para presentar lo suyo como un caso de lawfare de manual (¡el truhan se convierte en víctima del sistema!), aconsejado, intuyo, por el prestigioso leguleyo Benet Salellas, que va muy fuerte en (falsos) asuntos de lawfare y represión estatal.
Mariajezú miente hasta en temas que no le competen. Mientras Óscar Puente se mantiene callado ante los desastres cotidianos de RENFE, esta mujer afirma que la culpa de todo la tiene OUIGO, que lo hace todo fatal y revienta precios (hace dumping, según la señora ministra, o dumpling —empanadilla—, no sé).
Mientras la UCO se dedica a lo de follow the money, descubrimos que Cerdán tenía la friolera de 480 cuentas bancarias. Pero él sigue sosteniendo que es inocente y que, simplemente, se le tiene manía. Ábalos, a todo esto, sigue perfeccionando su imagen de bestia lúbrica y ladrón de guante más o menos blanco. Y en los programas de entretenimiento y de debate político, van saliendo sus ex novias, ex amigas y ex conocidas a hacerle un traje de torero a cambio, presumo, de una compensación económica.
No es casual que La familia de la tele tuviese que bajar la persiana ante el desinterés del populacho, pese a ser, en palabras de Sánchez, “una buena muestra de entretenimiento popular”. Las chorradas de María Patiño, Lydia Lozano y Kiko Matamoros ya no funcionan, sustituidas por la política de Derribos Psoe, que es el nuevo envilecimiento moral al que nos enfrentamos (y del que disfrutamos) los telespectadores. Eso apuntaba el otro día mi amigo Ignacio Vidal-Folch en un artículo de The Objective y no puedo estar más de acuerdo con él.
Seguimos las informaciones periodísticas sobre el sindiós del gobierno seudo socialista con la ilusión de quien ha encontrado un filón que acaba de empezar a dar frutos. Todos intuimos que aún falta mucha basura por aparecer bajo las alfombras. Así pues, adiós a la Pantoja y hola a Ábalos, Cerdán, Koldo, Aldama y demás mangantes de la sociopolítica. Bienvenidos sean los nuevos tertulianos que aportan novedades sobre el hundimiento del PSOE. La telebasura se mantiene, pero con otros personajes y otras historias. Puede que España se esté hundiendo, pero, ¿y lo que nos entretenemos?
Como cantaba Ovidi Montllor, Tot aquest món és ben divertit, tan divertit que acabarà en plors…