El tópico dice que el arbitraje nunca se puede utilizar de excusa, pero es que en esta ocasión, no es una excusa, es el argumento principal. Las manos de Acerbi, el penalti a Lamine y la falta a Gerard Martín en el gol del empate del Inter fueron motivos suficientes para dejar al Barça sin final de la Champions.

En el Giuseppe Meazza siempre pasan cosas y el madridista Marciniak, acompañado de los suyos en el VAR, decantó la balanza de una eliminatoria que recordaremos por muchos motivos y durante mucho tiempo. También por los errores de Araujo, que han vuelto a costarle una eliminación europea al Barça.

Celebro que Laporta se haya pronunciado con esa contundencia sobre la actuación arbitral del árbitro polaco. El presidente, sin embargo, debería ir más allá y presentar una queja formal ante la UEFA y a Ceferin, aunque ya no sirva de nada. Es muy fácil y sale muy barato equivocarse contra el Barça temporada tras temporada. Este club merece mucho más respeto del que está recibiendo en los últimos años en Europa y también en la Liga española. Ya basta de poner siempre la otra mejilla y de ir con la flor en la mano, el árbitro fue determinante en el resultado final de esta eliminatoria.

Más allá de eso, tampoco me gusta romantizar las derrotas. Todos nos sentimos muy orgullosos del equipo, pero una derrota es una derrota, y esta es de las que duelen y costará olvidar. Siento mucha envidia del PSG y del Inter que, el próximo 31 de mayo, disputarán la gran final mientras nosotros la veremos con tristeza desde la distancia. Teníamos el triplete al alcance después de una excelente temporada que siempre recordaremos, aunque ya no será del todo completa.

Los de Flick se quedaron a solo dos minutos de llegar a la final de Múnich, pero ahora, sin embargo, tienen que mirar hacia adelante y sacar fuerzas de donde sea para superar al Real Madrid y sentenciar la Liga. No será un triplete, pero todavía confío en que será una temporada excelente.