Gaudí y Cuba: 100 años del discípulo cubano del genio modernista

Gaudí y Cuba: 100 años del discípulo cubano del genio modernista

Historia

Gaudí y Cuba: 100 años del discípulo cubano del genio modernista

El arquitecto caribeño se inspiró en las formas sinuosas del catalán para crear edificios que respiran sensualidad

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Que la influencia de Gaudí es innegable, nadie lo pone en duda. El talento de este genio catalán impulsó el modernismo arquitectónico a niveles estratosféricos, acercándolo casi a algo que se considera extraordinario.

Él mismo llegó a decir que era "un colaborador del Creador" y muchos defienden que eso sea así. A pesar de ser un hombre laico, su conexión con las clases nobles y, sobre todo, la Iglesia, lo han acercado a la beatificación. 

Por ahora, todo son proyectos. De lo que no cabe duda es del impacto que causó su arte en la arquitectura mundial. Hay pueblos en Argentina que se inspiran en él, un parque temático en Japón y, lo que muy pocos saben, un discípulo suyo en Cuba.

Este 2025 se celebra el centenario de uno de los arquitectos más queridos en la isla caribeña. Un hombre que, a pesar de no coincidir con Gaudí, bebió de su arte. Se trata de Ricardo Porro.

Quién es Ricardo Porro

Este genio de la arquitectura es uno de los nombres más singulares del siglo XX latinoamericano. Sus diseños encarnan una fusión poderosa entre modernidad, sensualidad y raíces culturales, sin olvidar las influencias que le hicieron crecer.

Nacido en Camagüey, Cuba, en 1925, y exiliado en Francia a mediados de los años 60, Porro dejó un legado arquitectónico que desborda emoción, cuerpo y memoria. Pero hay un aspecto que rara vez se explora en profundidad: su afinidad estética y conceptual con Antoni Gaudí, el genio catalán del modernismo.

Un referente internacional

Lo supo ver la cineasta Agnès Varda. En su viaje a Cuba para filmar el décimo aniversario de la Revolución Cubana en Salut, les cubains, se encontró con Ricardo Porro a quien describe como “discípulo de Le Corbusier y Gaudí”.

Aunque el cubano nunca se declaró directamente discípulo de Gaudí, las similitudes entre sus obras son notables. Ambos arquitectos crearon edificios que parecían emerger del suelo como organismos vivos, alejándose de las líneas rectas y abrazando lo curvo, lo irregular, lo simbólico. Esta conexión no solo se percibe en la forma, sino también en el enfoque artesanal, la poética espacial y el uso expresivo del material.

L'Or du Rhin, de Ricardo Porro

L'Or du Rhin, de Ricardo Porro

La fama de Porro

Ricardo Porro saltó a la escena internacional con el encargo de diseñar las Escuelas Nacionales de Arte de Cuba en 1961, un proyecto revolucionario en todos los sentidos. Desde el diseño hasta su contexto político, estas escuelas (construidas junto a los arquitectos italianos Vittorio Garatti y Roberto Gottardi) rompieron con el racionalismo dominante e introdujeron un lenguaje arquitectónico visceral, erótico y profundamente cubano.

Las Escuelas de Artes Plásticas y de Danza Moderna, diseñadas por Porro, evocan con sus cúpulas, bóvedas y curvas sensuales una atmósfera similar a la de obras emblemáticas de Gaudí como la Casa Milà o el Palau Güell. Ambas arquitecturas hablan el idioma de lo orgánico, de lo no convencional, de lo que se siente antes de comprenderse.

Los materiales de Ricardo Porro

Porro construyó con ladrillo, cerámica y materiales locales, al igual que Gaudí, quien integró la tradición constructiva catalana con una visión experimental y profundamente simbólica. En cualquier caso, la inspiración de Porro provenía también del afrocubanismo, la tierra roja cubana, las religiones sincréticas y los mitos de la isla.

Las líneas curvas son el puente más evidente entre la obra de Porro y el arquitecto catalán. En las Escuelas de Arte, los espacios fluyen como en una danza: pasillos en espiral, patios ocultos, claraboyas que filtran la luz como si fueran ojos abiertos al cielo tropical. Esta misma lógica se puede ver en la Sagrada Familia o en el interior de la Casa Batlló, donde Gaudí descompone el espacio en formas líquidas que sugieren movimiento perpetuo.

Arquitectura y erotismo

En cualquier caso, para ambos arquitectos, la geometría no es una limitación, sino un campo de libertad. La recta es excepción. La curva, la norma. Claro que si Gaudí la aplicó muchas veces a la relación naturaleza-Dios, el cubano apostó por la sensualidad. 

En palabras del propio Porro, “una arquitectura revolucionaria debía ser también una arquitectura erótica, profundamente emocional”. Claro que hay quien ve la conexión de este planteamiento con la mística emocional de Gaudí, cuya obra era para él una forma de devoción, casi una oración en piedra.

Materiales de ambos

Otro punto de contacto entre ambos creadores es el respeto por la artesanía y el uso expresivo del material. Gaudí, con su célebre técnica del trencadís (mosaicos de cerámica reciclada), y Porro, con su uso del ladrillo visto, los acabados manuales y las cubiertas curvas moldeadas in situ. 

Por último, está la relación con el territorio. Porro reinterpretó la arquitectura moderna europea desde el Caribe, con materiales y soluciones adaptadas al clima, a la cultura y a los recursos disponibles, del mismo modo que Gaudí lo hizo desde el imaginario catalán. Ambos produjeron arquitectura con identidad territorial, emocionalmente arraigada en su contexto.

Un parecido razonable

Tanto el cubano como el catalán concebían la arquitectura como un acto total, donde el visitante no solo ve, sino vive el espacio. En sus obras, los recorridos no son lineales: se atraviesan pasajes, se revelan rincones, se juega con la luz y la sombra, con lo abierto y lo íntimo. No es casualidad que ambos hayan sido tildados de visionarios o incluso de “místicos” dentro de sus respectivos entornos.

Todo ello y mucho más hacen que, aunque no exista evidencia documental de una influencia directa entre Gaudí y Porro, sus obras comparten un lenguaje que va más allá de la época o la geografía. Ambos rompieron con la rigidez funcionalista de sus tiempos, apostaron por una arquitectura emotiva, simbólica y sensual, y transformaron los límites de lo que puede ser un edificio. Si Gaudí fue el gran alquimista del modernismo catalán, Ricardo Porro puede considerarse su eco caribeño: rebelde, sensorial, profundamente humano.