
La increíble casa castellana que recuerda al Park Güell WIKIPEDIA
No es Gaudí pero se le parece mucho: la increíble casa castellana que recuerda al Park Güell
Este homenaje al arquitecto catalán es un canto al modernismo en medio de una tierra de arquitectura sobria
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Es imposible hablar de arquitectura modernista sin invocar el nombre de Antoni Gaudí. Lo que sucede es que muchas veces ese nombre va asociado a una ciudad, Barcelona, y a una comunidad autónoma, Cataluña.
Los amantes del maestro indiscutible del estilo catalán más exuberante y simbiótico con la naturaleza, saben que eso no es siempre así. Existen hasta tres obras del catalán fuera de Cataluña.
Gaudí supo romper con los cánones de la arquitectura académica para dar forma a un lenguaje personal que fusionaba geometría orgánica, ornamento artesanal y un profundo sentido espiritual.
Sus obras, desde la monumental Sagrada Familia hasta la onírica Casa Batlló, han definido el perfil visual de Barcelona y han influido de manera decisiva en generaciones de arquitectos dentro y fuera de Cataluña.
¿Gaudí en Guadalajara?
Pero la huella de Gaudí va mucho más allá de la capital catalana. El modernismo catalán, y en particular el "gaudinismo", ha encontrado ecos en numerosos rincones de la geografía española.
Su estilo ha sido reinterpretado por admiradores, discípulos y arquitectos contemporáneos. Uno de los ejemplos más curiosos y sorprendentes se encuentra en un rincón inesperado: el pueblo de Rillo de Gallo, en la provincia de Guadalajara, que con apenas 44 habitantes presume de tener su propio "Capricho".
Qué es este edificio
El Capricho Rillano es una creación de Juan Antonio Martínez Moreno, arquitecto natural de Prados Redondos, con fuertes lazos con la localidad a través de su esposa, oriunda del municipio. Concebido como un homenaje libre y apasionado a la obra de Gaudí, este edificio se erige como un insólito enclave modernista en pleno Señorío de Molina, una comarca de arquitectura tradicional y sobria. Su simple presencia en este contexto rural ya lo convierte en una rareza.
La casa fue construida en piedra y combina con soltura materiales tan típicos del modernismo como el hierro forjado y el trencadís, ese mosaico a base de fragmentos cerámicos irregulares tan propio del maestro catalán.
Parecidos con Gaudí
A primera vista, el edificio capta la atención por su desparpajo estético: fachadas repletas de detalles zoomorfos, ornamentación vegetal, balcones curvos y una sinfonía de texturas y colores que lo alejan por completo del lenguaje arquitectónico de su entorno. Su estructura recuerda mucho a construcciones de Gaudí como el Park Güell y Bellesguard.
Pero si hay un elemento que define visual y simbólicamente al Capricho Rillano es la larga serpiente que desciende desde la azotea y recorre con elegancia toda la altura de la construcción. ¿Cómo la espalda del dragón de la Casa Batlló? ¿Como el lagarto del Park Güell?
En realidad esta serpiente remite a una leyenda del siglo XVII, recogida por el cronista Francisco Núñez, que hablaba de una enorme culebra avistada en la dehesa de Villacabras, cercana a Rillo. La bestia, según el relato, alcanzaba la altura de un hombre y sembraba el desconcierto en la zona.
Otros motivos decorativos presentes en el edificio también beben del repertorio gaudiniano. Ranas, girasoles, ojos y esfinges habitan la fachada como criaturas simbólicas. El naturalismo de Gaudí, siempre cercano a lo fantástico y lo espiritual, encuentra aquí una versión castellanizada pero igualmente expresiva.
Rillo de Gallo: el pueblo
En cualquier caso, queda claro que Rillo de Gallo sorprende por su arquitectura improbable, pero tiene muchos más atractivos. El pueblo, enclavado en el Señorío de Molina, es un pequeño museo al aire libre de historia y patrimonio rural.
Destaca especialmente la casa de los marqueses de Embid, con su imponente escudo barroco esculpido en piedra. En la plaza principal, una fuente de bronce recuerda a Don Calitxo Rodríguez, el político local que logró en 1910 derrotar electoralmente al todopoderoso conde de Romanones y que se convirtió en símbolo del poder vecinal.
Qué ver
Otro rincón cargado de historia es el callejón del Arco, donde se sitúa un pasadizo estrecho que, según la tradición, cruzó Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, en uno de sus viajes hacia Valencia. La leyenda, aunque no verificada, forma parte del acervo cultural de la localidad, que sabe conjugar realidad e imaginación con la misma soltura que hace su Capricho.
Por si fuera poco, los alrededores del pueblo albergan un conjunto arqueológico excepcional: los Abrigos del Llano. Estas pinturas rupestres, de época postpaleolítica, han sido reconocidas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Declaradas dentro de la categoría de Paisajes Culturales, las pinturas ofrecen un testimonio gráfico de las primeras expresiones simbólicas del ser humano en la zona.