
La tienda modernista catalana caída en el olvido, El Indio MA
La tienda modernista catalana caída en el olvido: cerrada hace más de una década y llena de grafitis
A pesar de que el Ayuntamiento la tiene catalogado como parte del patrimonio, este comercio está abandonado
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Pese al cuidado que se presta al legado modernista en Cataluña, hay espacios que han caído en el olvido. Tanto que están llenos de grafitis y pintadas, prácticamente abandonados.
Este es el caso de una tienda que se encuentra en pleno centro de Barcelona, en el multicultural y controvertido barrio de El Raval.
Allí, en el número 24 de la calle del Carme, hay un establecimiento de más de 150 años que empieza a sufrir el peso de la historia. Y es que el paso de tiempo no perdona ni a las obras de arte.
La tienda en cuestión ya tiene un nombre particular, El Indio. Abrió sus puertas en 1870, cuando Barcelona era una ciudad en plena y profunda transformación.
La Barcelona industrializada
La industrialización empujaba a las clases medias al consumo, nacían los primeros grandes almacenes y se desarrollaba una nueva estética, heredera del modernismo europeo y de los anhelos estéticos del modernismo catalán.
En este contexto nacía El Indio, un comercio especializado en tejidos que, durante décadas fue un referente del comercio textil barcelonés y un escaparate de las tendencias decorativas del momento. Hoy, más de 150 años después de su inauguración, el local permanece cerrado, degradado y cubierto de grafitis, como una reliquia abandonada de la Barcelona modernista.
Una remodelación artística
El Indio no era un comercio cualquiera. Su fachada, reformada en 1922 por el decorador Vilaró i Valls, es un ejemplo notable de modernismo aplicado al comercio urbano. La intervención de Vilaró dotó al local de un estilo modernista particular.
Habilitó un gran vestíbulo, diseñado para permitir una visión directa desde la calle del género expuesto, e incorporó elementos como la rotulación sobre vidrio, columnas decoradas, molduras vegetales y una ornamentación pictórica que evocaba, como su nombre indica, un imaginario exótico vinculado a los pueblos nativos de América.
Un autómata de principios del siglo XX
Esta estética singular se completó con la instalación de un autómata en forma de indio, que saludaba a los transeúntes y se convirtió en símbolo del comercio. El origen del nombre El Indio y su iconografía no era casual. Ya en 1913, la fachada del local fue publicitada por la Compañía Trasatlántica Española en una de sus publicaciones.
Este vínculo simbólico, hoy cuestionable desde una óptica postcolonial, fue en su momento parte del atractivo exótico que ayudó a popularizar el establecimiento, especialmente en la época de la Exposición Universal de 1929, cuando la ciudad proyectaba una imagen cosmopolita y abierta al mundo.
Un éxito ventas
Pasada esa fecha y entrada la década de los 30, El Indio vivió su apogeo. Tenía su propia revista de moda, donde se publicaban los diseños que se podían confeccionar con los tejidos a la venta. Era un centro neurálgico del Raval comercial, un lugar donde la modernidad se mezclaba con la tradición textil catalana.
Pero la Guerra Civil lo cambió todo. El comercio fue colectivizado y sufrió los estragos del conflicto: dos bombas cayeron en la calle del Carme, dañando parte de la estructura del local y destruyendo el autómata. Muchos de los elementos ornamentales, como el pan de oro del techo, las aplicaciones de mármol y las lámparas exteriores, desaparecieron en aquellos años convulsos.

Almacenes El Indio WIKICOMMONS
Ya la posguerra trajo una restauración parcial. En 1941, la compañía Baldà i Riera SRC adquirió el local y emprendió una rehabilitación durante la década de los 50, aunque no sin pérdidas: las pinturas del techo se destruyeron.
Aun así, el comercio resistió, y en los años 70 fue dirigido por Víctor Riera, hijo de uno de los socios. Fue él quien lo mantuvo vivo hasta su cierre definitivo en 2014, tras 144 años de historia.
Abandono del local
El cierre no solo implicó el abandono del local: también significó la venta de todo el mobiliario modernista original. Desde las clásicas sillas Thonet hasta los mostradores, los espejos, las vitrinas y el espacio donde trabajaba la cajera.
Una de las particularidades más entrañables del comercio era que, durante décadas, no utilizaba caja registradora. Una empleada se encargaba de apuntar a mano todas las transacciones, una práctica que sobrevivió en pleno siglo XXI.
Intento de rescate
Pese a su cierre, el Ayuntamiento de Barcelona reconoció su valor histórico y patrimonial. En 2016, El Indio fue incluido en el catálogo patrimonial de establecimientos emblemáticos, en la categoría E2, que designa a los locales con valor patrimonial aunque ya no estén en funcionamiento.
Pero esa protección legal no ha servido de nada. Mucho menos para evitar el deterioro. En la actualidad, la fachada presenta un aspecto desolador: pintadas, cristales sucios, rótulos borrados y mármoles estropeados, todo ello bajo la inacción municipal.
Fracaso y abandono
En 2017, el local estuvo a punto de reabrir como restaurante, pero el Ayuntamiento no concedió la licencia. Poco después, una cadena de supermercados también mostró interés, pero el plan de usos restrictivo de Ciutat Vella lo impidió.
Hoy, más de una década después del cierre, el futuro de El Indio sigue en el aire, atrapado en una burocracia que ahoga cualquier intento de recuperación. Y lo que es peor, el Ayuntamiento prepara un nuevo plan de usos aún más restrictivo, lo que amenaza con convertir el olvido en destino definitivo.