La ruta de 30 minutos que lleva a una de la cascada más bonitas de Cataluña: un espectáculo natural en el interior de Girona

No son las cataratas del Niágara, ni las Victoria ni las de Iguazú, es cierto. Aun así, en Cataluña hay varias cascadas que ofrecen un espectáculo natural que bien merecen un artículo periodístico y, sobre todo, una visita.

Uno de estos saltos de agua catalanes de impresión se encuentran en los valles de la comarca del Ripollès. Allí, en los límites de la provincia de Girona, las montañas empiezan a escarparse formando vistosas crestas escarpadas y los ríos corren helados entre hayas y pinos.

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En medio de toda esta naturaleza pirenaica, se esconde una de esas cascadas que uno no creería poder encontrar en Cataluña, pero que sí existen. Aquí se encuentra el Salt del Grill. 

Esta pequeña cascada, de unos treinta y ocho metros de caída vertical, se precipita desde la roca como un velo desplegado sobre la ladera. Lo hace sin mucho ruido, son aspavientos y sin la presencia de centenares de turistas contemplando este espectáculo natural.

El reino del silencio

Este rincón de Cataluña es una llamada al silencio, a la contemplación de la naturaleza, a dejar de lado el reloj e incluso el postureo. La caída del agua invita a escuchar su sonido y el del entorno sin necesidad de móviles o actividades.

Con esta tranquilidad que despierta, es normal que muchos repitan en su visita a estos bosques. Así, además, se escapa de los turistas que abarrotan las playas y las ciudades.

De dónde viene la cascada

El Salt del Grill es un espacio para el reposo y el conocimiento de la zona. La cascada se alimenta de las aguas del río Freser, que nace en las alturas de Coma de Vaca, y serpentea con vigor alpino hasta encontrar este cortado. 

A su alrededor, el entorno es un pequeño anfiteatro de medio círculo, con una vegetación espesa, musgo húmedo, paredes verticales y raíces expuestas que cuelgan como cuerdas en tensión. La luz, que se cuela entre las hojas de los árboles, a veces, dan un tono dorado al lugar, cuando el agua rebota en la base.

Una invitación a la calma

Si uno va de buena mañana, si uno no puede bañarse por el frío, si puede contemplar otro espectáculo, el de la niebla levantándose desde la pequeña poza que genera la cascada. Un momento que invita a la conexión con la naturaleza.

Para alcanzar esta calma, por eso, se debe trabajar. Pero solo un poco. Llegar hasta allí implica caminar por los bosques del Ripollès, pero no mucha. Basta con dedicarle una caminata asequible de hora y media, entre ida y vuelta. 

La ruta hacia el Salt del Grill

La ruta comienza junto a la Central Hidroeléctrica de Daió de Baix, en el término municipal de Queralbs, un punto que en sí mismo ya respira autenticidad. Desde allí, el sendero acompaña el curso del río Freser, primero en paralelo y luego en ligero ascenso, a través de un paisaje que cambia sutilmente con cada curva. 

Los primeros quince minutos de caminata son llanos y perfectos para entrar en sintonía con el entorno. El frescor del río, incluso en verano, es constante, y los troncos húmedos y la sombra espesa ofrecen un alivio natural. 

Cómo es el camino

Aquí, la compañía son las hayas, robles y avellanos que flanquean el sendero, nada de turistas, mientras el sonido del agua sirve de guía. A medida que se avanza, el camino se vuelve más pedregoso, con una pendiente moderada que no exige técnica, pero sí buen calzado. 

Las marcas de pintura roja y algunos carteles de madera aseguran que nadie se pierda. A medio trayecto, un puente rústico cruza el Freser y detiene al senderista más joven con ganas de hacerse fotos en las redes. 

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Desde aquí, arranca el ascenso final a la cascada. Tras unos minutos más de subida por un sendero que zigzaguea entre piedras y raíces se llega a la base del Salt del Grill. 

La poza que recibe la cascada es estrecha, de aguas gélidas y cristalinas. El baño está permitido y algunos valientes se atreven a adentrarse en sus gélicas aguas. Otra gran mayoría, en cambio, se conforma con sentarse en las rocas a observar. 

Cómo llegar 

Disfrutar de esta calma, requiere de alejarse de las grandes ciudades. La vía más rápida es desde Girona. Uno debe ir hacia Vic por la C-25 (Eix Transversal), para luego incorporarse a la C-17 dirección Ripoll. Se sigue por la N-260 hasta Ribes de Freser, y desde allí se toma la carretera GIV-5217 en dirección Queralbs. Poco antes de entrar al núcleo del pueblo, un desvío señalizado lleva hacia Fustanyà y la Central de Daió de Baix. En total, el trayecto toma entre una hora y cuarenta y cinco minutos y dos horas de viaje.

Más o menos el mismo tiempo se tarda desde Barcelona. Hay que tomar la autopista C-17 en dirección Vic y Ripoll. Y una vez en la capital del Ripollès seguir las instrucciones.