Escultura de Sant Jordi en el Ayuntamiento de Barcelona

Escultura de Sant Jordi en el Ayuntamiento de Barcelona AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Historia

He leído muchas leyendas sobre Sant Jordi en Cataluña y no conocía la que se olvida de la princesa y el dragón

El mito del héroe de Montblanc tiene una historia mucho menos romántica en Barcelona

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Se acerca el día más especial de Cataluña. El San Valentín catalán, el día del amor, la rosa y el libro. Este 23 de abril, como cada año, llega Sant Jordi.

La fiesta del patrón del país se celebra en todos los pueblos y ciudades de Cataluña, que se visten de gala. En sus calles, aparecen diferentes paradas y esas de venta de rosas y las librerías ponen stands en las aceras para vender sus libros desde las 9 de la mañana a las 21h. 

Amor, literatura y tradición se mezclan en un día que también aman los escritores. Durante esta jornada, literatos de toda España se acercan a Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona para firmar los libros en diferentes puntos de estas ciudades y estar en contacto con sus lectores.

Todo ello viene por dos cosas. En primer lugar, porque esa fue la fecha de la muerte de Shakespeare y, durante años, se creyó que también la de Cervantes. Y a ese se le añade el factor rosa. Fruto de una famosa leyenda.

La leyenda que todos saben

Cuenta este mito fundacional de Montblanc (Tarragona) la historia de un caballero que salva a una princesa de las garras de un temible dragón. Según la versión más popular, esa villa estuvo atemorizada por un dragón que devoraba animales y personas, se estableció que cada día se ofrecería un habitante al monstruo mediante sorteo. 

Un día, le tocó a la hija del rey, pero cuando la joven estaba a punto de ser sacrificada, apareció Sant Jordi montado en su caballo blanco. Clavó su lanza al dragón y de la sangre de la criatura brotó una rosa roja, que el caballero ofreció a la princesa. De allí que se regale una rosa.

La otra versión de la historia

Sin embargo, como suele ocurrir con los grandes mitos, no hay una sola versión. Existen otras leyendas sobre Sant Jordi menos conocidas, algunas muy diferentes y, curiosamente, una de ellas tiene como escenario la misma ciudad de Barcelona

Una historia sin dragones, ni princesas, ni lanzas clavadas en el lomo de ninguna criatura fantástica. Una historia con castillos reales, saqueos históricos y un santo que aparece como protector en tiempos de guerra.

Un héroe para tiempos difíciles

Pocos recuerdan que, a finales del siglo X, Barcelona vivió uno de sus momentos más trágicos. En el año 985, el caudillo musulmán al-Mansur lanzó una incursión devastadora sobre la ciudad. 

A la cabeza de un ejército temible, arrasó con todo lo que encontró a su paso. La ciudad cayó sin apenas resistencia, fue saqueada, destruida, y miles de barceloneses fueron capturados y vendidos como esclavos. Las crónicas lo describen como uno de los peores desastres del joven condado de Barcelona, liderado entonces por el conde Borrell II.

Este aristócrata, superado por la situación, recurrió al rey francés Lotario en busca de ayuda. Pero esa ayuda nunca llegó. Y con esa ausencia, comenzó a forjarse un cambio profundo: Cataluña empezó a distanciarse del poder franco y a caminar hacia una identidad política más propia. 

En medio de ese momento de crisis, surge, de nuevo, un héroe, una leyenda que coloca a Sant Jordi en el centro del relato, aunque con un papel muy distinto al del salvador de princesas.

Sant Jordi en Barcelona

Se dice que, tras el ataque de al-Mansur, Borrell II se retiró a Montserrat, donde logró reagrupar a sus hombres. Con un pequeño ejército y seis caballeros fieles, partió hacia Barcelona con la intención de recuperarla. 

Según la tradición popular y el relato oral, en algún punto de ese viaje, Sant Jordi apareció para unirse a la expedición. Ya no como héroe de cuentos infantiles, sino como una presencia sagrada que protegía a los soldados del desánimo y les infundía valor.

Relación con la independencia

El relato no se detiene en detalles estratégicos ni batallas épicas, pero sí en la fuerza simbólica del santo como guía espiritual de aquella misión. Gracias a esa intervención, se cuenta que Barcelona fue reconquistada y comenzó su proceso de reconstrucción. 

A partir de ese momento, los condados catalanes comenzaron a consolidar su independencia práctica, y la figura de Sant Jordi quedó ligada no solo al amor y al mito medieval, sino también a la resistencia política y al renacer de una ciudad.

Un mito europeo

Esta otra versión de Sant Jordi se ha mantenido al margen del imaginario colectivo durante siglos, quizás por no tener el atractivo visual del dragón y la princesa. Y es muy poco conocido.

Conocerla da una mejor visión de cuán importante es este santo en Cataluña. Un héroe que, además, viene de Turquía y que incluso llegó a pasar por Europa del este. Claro que esa ya es otra historia.