
Bryan Ferry, cantante de Roxy Music
El día en que (re)nació la música
Hace justo 53 años se publicaron a la vez dos discos que marcaron la evolución del rock, que ahora ya no vive sus mejores tiempos, precisamente: 'The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars', de David Bowie, y el primer álbum de Roxy Music
El 16 de junio de 1972 aparecieron dos de mis discos favoritos de todos los tiempos: The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, de David Bowie, y el primer álbum de Roxy Music. 1972 fue un gran año: en noviembre se publicó el segundo disco en solitario de Lou Reed, Transformer, producido por Bowie y su guitarrista, Mick Ronson, y denigrado por algunos fans del líder de The Velvet Underground por parecer una obra de David Bowie por persona interpuesta. La buena racha se alargó hasta el año siguiente, gracias a la aparición del primer álbum de Cockney Rebel, The human menagerie, y de los norteamericanos The New York Dolls.
Eran los años del llamado glam rock, que en España se confundió con una revolución del pop homosexual (recordemos el bienintencionado libro del difunto Eduardo Haro Ibars Gay rock), cuando costaba Dios y ayuda encontrar a algún miembro del colectivo LGBTQ+ entre toda aquella caterva de tipos maquillados y emplumados. En Inglaterra, las pinturitas fueron consideradas una excentricidad más de unos músicos vanguardistas empeñados en distinguirse de sus colegas hasta por su aspecto.

Portada del álbum de Lou Reed 'Transformer'
No es de extrañar si tenemos en cuenta que allí lo más normal del mundo era (¿es?) hacer guarreridas británicas con tu compañero de cuarto en Oxford o Cambridge, para luego casarte con una señora escasamente atractiva, tener unos hijos horribles, hacerte del partido conservador y visitar los urinarios públicos de noche, tras decirle a la parienta que salías a la calle para echar la basura y pasear al perro.
Y el futurismo desapareció
Lo importante es que esos dos discos publicados ahora hace 53 años pusieron patas arriba la música pop, abriéndola a nuevas percepciones y sensibilidades que marcarían para muchos el camino a seguir. Gracias a David Bowie y Bryan Ferry, el rock entró a formar parte del arte contemporáneo. El disco más, digamos, raro de los dos es el de Roxy Music, un grupo retro futurista con un cantante que parecía tomarse a chufla al mismísimo Elvis, un no músico que extraía de sus rupestres sintetizadores unos sonidos (y unos ruidos) hasta entonces inéditos en el rock, un guitarrista amigo de David Gilmour (Pink Floyd) y un saxofonista que recurría al oboe cuando quería ponerse misterioso y/o sensible.
Por no hablar de las fascinantes y extrañísimas canciones que el señor Ferry había compuesto mientras daba clases en una escuela para señoritas y cuyas estructuras desafiaban la clásica forma de lo temas pop de tres minutos, con su coro repetido cada equis tiempo. Cuando lo compré a los diecisiete años, les aseguro que nunca había oído nada igual. Y aunque el futurismo desapareció con la salida del grupo de Brian Eno, la calidad, con altibajos, se mantuvo durante los cinco primeros discos de Roxy Music.
El rock, enterrado
En el caso de Bowie, su Ziggy Stardust fue la culminación de un proceso que había empezado con Space Oddity y que casi estaba concluido con el disco anterior, Hunky dory. No había una canción mala en The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Ni siquiera mediocre. La primera que escuché por la radio (en los programas de Radio Juventud, en Barcelona) fue Starman, y el enganche me duró hasta la muerte de Bowie. El primer tema de Roxy Music que escuché fue su single Virginia Plain, no incluido en el álbum. Y me sucedió lo mismo.

Bono, líder de U2
Les hablo de una época en la que el rock era una música en evolución, un más difícil todavía en el que la auténtica vanguardia convivía con tabarras como el rock sinfónico. En estos tiempos de divas y reguetoneros, cuando el rock ya no pinta casi nada (enterrado por grupos como U2 o Coldplay), celebrar la aparición de esos dos discos que salieron a la vez, un 16 de junio de hace 53 años, es rememorar los mejores tiempos de una música malograda con la que muchos crecimos.
Ya sé que 53 años no es una de esas cifras redondas que se suelen celebrar, pero a veces uno se pone sentimental.