Sin ninguna duda el “principio de acuerdo” establecido entre las dos grandes potencias, EE. UU. y Rusia, para el reparto y control de sus zonas de influencia, exige a nuestro país definir una nueva política y estrategia de defensa que refuerce nuestra seguridad con el conjunto de la UE, comunidad política a la que pertenecemos.

Esta política debería basarse en la identificación de los riesgos estratégicos del escenario en el que estamos inmersos. En el caso español deberían tenerse en cuenta los riesgos de conflicto en los territorios más próximos -nuestro “mezzogiorno”-, que nos acerca al continente africano (Marruecos, Sahara Occidental, Canarias…) y especialmente en el “Mare Nostrum”.

Aunque España no esté directamente en la línea de fuego en el conflicto entre Rusia y Ucrania, el comportamiento y las políticas agresivas de Rusia siguen representando un riesgo significativo que deberían contemplar una respuesta conjunta con nuestros aliados europeos. La actual inestabilidad en el escenario europeo podría incrementarse a corto y medio plazo.

Analicemos muy sucintamente los riesgos en los que estamos inmersos como país de la UE. En primer lugar, la previsible militarización de las “zonas de Influencia” de la Rusia de Putin. Este no ha ocultado su intención de recuperar el rango de gran potencia -debilitada por la caída de la URSS-, expandiendo su influencia en el Mediterráneo. Putin ha fortalecido e incrementado su presencia en la Siria Mediterránea. Llaman la atención los “acuerdos” y declaraciones de los dos nuevos “aliados”, en donde Trump anuncia su interés estratégico por Groenlandia, dejando evidentemente a Putin anexionarse la mayor parte del territorio de Ucrania considerado como parte de la Rusia “eterna”.

Al otro lado del Atlántico, aparece el “griterío” trumpista cuya posición sobre el futuro de la OTAN y sus abiertas críticas a la UE, a la que acusa de haberse creado para debilitar a los EE.UU, generan mucha incertidumbre y contribuyen a incrementar la inestabilidad política del llamado mundo occidental. La conexión transatlántica está muy tocada.

Hasta ayer, el “imperialismo yankee” -perdonen el lenguaje de hijo del 68 que caracteriza al autor de estas líneas- decía defendernos del otro imperialismo, el comunismo soviético. En la actualidad, ambos han acordado una tregua, frente al enemigo común, la RP China, lo que les permite repartirse sus zonas de influencia, sutil manera de llamar a la ocupación de territorios deseados y deseables. Groenlandia para Trump, Ucrania para Putin y Netanyahu se queda con Gaza, eso sí, a compartir con el inversor urbano Donald… diseñador de una nueva “Gran Riviera en el Oriente Medio".

Regresando al escenario europeo, la invasión de Ucrania por Rusia ha aumentado la “tensión geopolítica en Europa”, generando incertidumbre, incrementando los riesgos de confrontación y de inestabilidad en el Viejo Continente. A las tensiones y riesgos territoriales antes apuntados, habría que añadir los llamados “riesgos tecnológicos”: el ciberespionaje, los ciberataques, la utilización del ciberespacio ….no debemos minimizar la capacidad de Rusia para activar dichas formas de intervención.

En España, tuvimos la ocasión de contemplar su predisposición para activar algunos procesos de desinformación e interferencias en procesos electorales, durante la etapa de la Catalunya del “procès”, agitada por el hombre de Waterloo. Todo lo que debilitaba la UE era recomendable para la estrategia de Putin, no olvidemos disciplinado ex funcionario de la KGB, experto en estrategias híbridas que favorecen la desinformación, la manipulación mediática y la polarización política. España es un buen ejemplo de este escenario, evidentemente sería una simplificación interesada descargar sobre Putin toda la responsabilidad. Muchos de nuestros políticos son discípulos aventajados de estas disciplinas.

Finalizamos apuntando otros riesgos no menores:

Una sociedad mediatizada y amenazada en ocasiones en sus valores éticos y morales por el uso de un nuevo poder no regulado, la IA

La radicalización de ciertos sectores de la sociedad occidental cada vez más escorados hacia posiciones próximas al totalitarismo fascista y ultranacionalista.

Los riesgos derivados del cambio climático y los desastres naturales, que aunque no se contemplen como un riesgo directo en términos de defensa tradicional, suponen un importante factor de riesgo. La DANA de Valencia y sus desastrosos efectos, serían un ejemplo de lo indicado.

El incremento de la desigualdad y los conflictos sociales que genera contribuyen a debilitar la cohesión social, provocando fuertes tensiones políticas internas que también representan un riesgo para la estabilidad.

España enfrenta un panorama de riesgos que va más allá de las amenazas militares tradicionales. Desde el terrorismo, la ciberseguridad, la desinformación, hasta las tensiones geopolíticas y los efectos del cambio climático, son riesgos que requerirían una respuesta integral y bien coordinada entre las instituciones nacionales e internacionales.

En ocasiones, y de forma grandilocuente, algunos políticos de la UE hablan de rearme y del incremento de los gastos de defensa, enarbolando en ocasiones el miedo como elemento de agitación. En España el Gobierno de la Nación debe plantear sin complejos la necesidad de reforzar los mecanismos de defensa y seguridad de nuestra sociedad utilizando el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación como instrumentos absolutamente necesarios para combatir los riesgos apuntados. Sin ninguna duda cualquier estrategia de seguridad conlleva entre otras cosas un incremento del presupuesto de defensa. Sin embargo, no necesariamente los riesgos de un conflicto bélico son los únicos que podrían conducir a la Humanidad hacia el caos.