Uno de los principales y más discutibles logros de la administración autonómica consiste en potenciar las broncas entre regiones por un quítame allá esas pajas. O ese cauce de un río. O esos frescos románicos, como estamos comprobando últimamente con el posible traslado de Cataluña a Aragón de unas pinturas que se encuentran actualmente en el MNAC barcelonés.

Los frescos, ciertamente, pertenecen a Aragón, pero Cataluña lleva custodiándolos desde 1936, detalle que, si bien no nos autoriza a quedárnoslos para los restos, tampoco nos identifica como ladrones de arte ajeno.

El nivel de la discusión ha ido bajando hasta situarnos en actitudes infantiles y tirarnos los frescos a la cabeza. El nacionalismo (patria grande o patria chica, da igual) se ha apoderado de la reyerta, optándose por la brocha gorda. Cataluña y Aragón se están comportando como niños, por lo que sería de agradecer la intervención de un adulto (más o menos) responsable que pusiera un poco de orden artístico en la cuestión.

Un papel que le tocaría interpretar a la administración central, con su propia evaluación del estado de conservación de las obras para dictaminar si aguantan un traslado o si, por el contrario, pueden hacerse fosfatina (sobre todo si las arrancan de la pared con las uñas efectivos de la Guardia Civil, que es lo que parece proponer el presidente aragonés con su veredicto de que los frescos volverán a la iglesia de Sijena por las buenas o por las malas).

Se pueden leer estos días en los digitales del ancien régime artículos disparatados que aseguran que el previsible traslado es una muestra de odio a Cataluña. Y los argumentos esgrimidos desde Aragón tampoco ayudan a mantener las cosas en un punto razonable. Por eso creo que el estado debería intervenir y llevar a cabo pruebas científicas que determinaran si la devolución de las obras a su legítimo propietario es factible o no.

Evidentemente, caso de que sí lo fuera, eso no tranquilizaría a los lazis, que se quedarían convencidos de que se había tratado de un pucherazo para…¿Beneficiar a Aragón? ¡No, para perjudicar a Cataluña! Y en caso contrario, no faltaría en Aragón gente dispuesta a sostener que los indepes que apoyan, más o menos, a Sánchez se habrían cobrado una nueva víctima española para asegurarle al señorito su sillón presidencial.

A falta de un adulto responsable, los niños están haciendo un pan como unas hostias (además del ridículo, algo a lo que los nacionalistas ya están acostumbrados). Si hay sospechas de favoritismo patriótico en los especialistas en arte viejuno contratados en Cataluña y Aragón, que se busque a otros que se basen exclusivamente en hechos científicos. Y que se obre en consecuencia.

Si los especialistas, digamos, estatales, certifican la seguridad del traslado, adelante con él. Y, en caso contrario, que las pinturas se queden en el MNAC. Ese debería ser el único criterio razonable para el tema que nos ocupa. Todo lo demás es ruido nacionalista a cargo de gente que aparenta estar preocupadísima por la salud de las obras, pero que solo pretende salirse con la suya y a los frescos que los zurzan.

Si los lazis quieren quedarse unas obras que no son suyas, hay que pararles los pies. Y si al presidente de Aragón le importa un rábano el estado en que éstas lleguen a su taifa particular, pues va a ser que no. Nadie teñido de la más mínima cantidad de nacionalismo puede decidir lo que hay que hacer con los frescos del MNAC (si hacen falta pruebas psicológicas para detectar una posible animadversión a Cataluña o Aragón, que se hagan).

Pero, por favor, acabemos de una vez con esta chiquillada lamentable en la que unas obras del año de la pera se utilizan para avivar rencillas estúpidas. No es que la política española se base en la cordura y la razonabilidad, pero en este caso deberíamos hacer una excepción, ¿no creen?