Axa ha comprado y está integrando el grupo Crédit Mutuel en España, donde se encuentra la catalana Agrupació Mutua. Lo que a priori apuntaba a una operación que buscaba "liderar la posición de liderazgo" del grupo francés en España, según la nota corporativa emitida en su momento, ha terminado en un pequeño infierno cotidiano para miles de asegurados.
Y es que Axa lo debe hacer mejor. El gigante asegurador ha dejado tiradas a decenas de miles de personas por una mala absorción de la mutua catalana adquirida. En uno de los casos, el conglomerado francés ha cobrado el recibo mensual del seguro de salud dos veces en una cuenta equivocada, lo ha corregido por exigencia repetida del mutualista, la ha cobrado finalmente a la cuenta correcta, pero sigue denegando la asistencia sanitaria al asegurado y a su hija pese a ser cliente desde hace 20 años.
Situaciones como la descrita son, lisa y llanamente, intolerables. Serán una minoría, es evidente, y de ellas no se podrá extraer una conclusión generalizada de que la operación de compra es un fracaso. Porque no lo es. Pero también es evidente que Axa debe hacerlo mejor en Cataluña.
Si toma una mutualidad de salud centenaria y la incorpora a su portafolio empresarial, qué menos que la cotizada gala vele para que la absorción no la noten los clientes. Pero es que la están notando, y mucho. A pie de redacción llegan quejas de usuarios y clientes a quienes les está afectando la operación.
No pueden recibir atención sanitaria, o no pueden contactar con los números de atención al cliente. Ven movimientos inquietantes en torno a la fusión, o no saben si sus gestores de siempre se mantendrán, algo que es importante, puesto que han desarrollado confianza con ellos.
El hecho de que Axa sea un gran grupo --algo que debería facilitar las cosas por la economía de escala de los equipos y la capacidad de dedicar recursos-- no está ayudando. La conclusión, por ahora, debe ser que Agrupació Mutua funcionaba relativamente bien, o al menos no daba problemas, mientras que Axa sí los está dando.
No se explica que el grupo de Olga Sánchez no sea capaz de dedicar recursos a que la integración sea menos traumática. O que no los dedicara antes de acometerla para saber qué le esperaba.
En cualquiera de los dos escenarios, no es aventurado decir que la multinacional está incumpliendo con los ciudadanos, o con al menos algunos de ellos. Aún está a tiempo de corregirlo. Veremos si lo consigue.