El presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, Isidro Fainé, junto a exdirectivos del grupo o de sus participadas / FOTOMONTAJE CG

El presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, Isidro Fainé, junto a exdirectivos del grupo o de sus participadas / FOTOMONTAJE CG

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Fainé no tiene quien le suceda

[ REPORTAJE ] Los acontecimientos de esta semana en Criteria y la Fundación Bancaria La Caixa afloran las guerras subyacentes por el control del mayor grupo empresarial español

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La salida fulminante de Ángel Simón como primer ejecutivo de CriteriaCaixa, y su reemplazo por Francisco Reynés, presidente de Naturgy, sorprendió el pasado martes a los habituales del poder económico y político en Barcelona y Madrid.

Aunque en las últimas semanas ya corrían rumores de que Isidro Fainé —todopoderoso presidente de la Fundación Bancaria La Caixa— comenzaba a mirar con recelo a Simón, nadie esperaba un giro tan brusco en la dirección del principal vehículo inversor de la Fundación.

Simón, el gestor eficaz

Más aún cuando Simón, en apenas 14 meses al frente de Criteria (a donde llegó desde Agbar en febrero de 2024), se había ganado la reputación de gestor eficaz. En su único ejercicio completo, el holding presentó beneficios netos por 1.061 millones de euros, un 30% más que el año anterior. Un récord que permitió a la Fundación destinar 655 millones a obra social: su mayor presupuesto histórico.

No era magia financiera, era gestión. Las cifras lo avalaban: reforzó posiciones en Telefónica (1.681 millones), ACS (985), Colonial (622) y Puig (425). Resultado: CriteriaCaixa alcanzó una revalorización de 30.400 millones en activos brutos. Para hacerse una idea, supera el presupuesto anual de la Comunidad de Madrid.

Misión cumplida… ¿y despedido?

Curiosamente, ese era justo el mandato con el que Fainé lo había nombrado. “Damos un impulso al proyecto para garantizar los recursos que necesita la Fundación”, dijo entonces. El encargo se cumplió. Y, sin embargo, Simón cayó.

La explicación oficial: “Una pérdida de confianza”. Una relación que empezó bien y no cuajó. Entre bambalinas, lo que se comenta es otro guion: tras la operación Telefónica, la relación se enfrió. A partir de ahí, el recelo creció. “No es el primero ni será el último —advierte un veterano del entorno—. Que se prepare Reynés”.

Francisco Reynés y Ángel Simón / FOTOMONTAJE CG

Francisco Reynés y Ángel Simón / FOTOMONTAJE CG

Celsa y las excusas

Hay quien señala como detonante el intento de Simón de hacerse con un 20% de Celsa, el gigante acerero en manos de fondos acreedores. Pero fuentes próximas aseguran que eso fue solo el pretexto para ocultar movimientos de fondo, mucho más estructurales.

Lo que se esconde detrás es una vieja batalla: el control del mayor conglomerado empresarial español. La Fundación no tiene propietarios. Solo un patronato. Y está bajo la supervisión del Ministerio de Economía. Pero quien domina el patronato, domina el grupo.

Tres bandos, un árbitro

Fainé lo preside desde hace 18 años. Y el órgano refleja las tensiones del poder catalán. Hay tres grandes corrientes:

  • Los del Opus, con Fainé, Gabarró, Estapé y, de forma indirecta, Reynés.
  • Los socialistas, con Murtra y el ya dimitido notario López Burniol.
  • Los antiguos convergentes, con Francesc Homs, Josep Maria Coronas, Loughney y el ubicuo Miquel Roca.

Patronos a medida

La elección de patronos no es precisamente transparente: participan entidades como Cáritas, Cruz Roja, la Cámara de Comercio o el Ateneo. Pero la influencia real es del propio patronato. Y Fainé, que domina los cenáculos desde hace décadas, ha sabido tejer una red de control férreo.

Con esas entidades vinculadas, el presidente ha establecido una relación que le permite controlar cada cambio en la institución. “Desde Baldiri Ros y su mujer, que controlan el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, o el propio presidente de Foment, que son entidades fundadoras y con derechos sobre el patronato”, asegura un antiguo empleado. Luego tiene su propia guardia de corps. “Cuando Fainé tiene un problema, no grita ‘SOS’, grita ‘Sas’”, ironiza un exdirectivo, en referencia a su secretaria, María Sas, de enorme influencia interna.

Heredero frustrado

Hace apenas un año, Fainé aseguraba en privado que Simón sería su sucesor. Hoy está en la calle. Ni su origen común en Manresa ni el respaldo del PSC le sirvieron. Los antiguos convergentes no lo querían. Y los equilibrios se decantaron.

Fainé pretende seguir la escuela de su antecesor, Josep Vilarasau: proteger la independencia del grupo frente al poder político. Pero Vilarasau lo pagó caro. Artur Mas y Rodrigo Rato, con ayuda legal de Coronas —entonces abogado del Estado que trabajaba para la Generalitat— prepararon su salida. Y Fainé heredó el trono.

Reformas que disgustaron

Simón pretendía modernizar la casa. Trajo equipo nuevo, colaboradores, implantó criterios profesionales, cuestionó métodos. Pero levantar alfombras viejas no gusta. “Tampoco le perdonaron que no fuera de comunión diaria”, suelta una voz interna.

La fractura se consolidó con el caso Telefónica. Simón participó en el relevo de José María Álvarez-Pallete, junto a Enrique Goñi (mano derecha de Fainé) y Manuel de la Rocha (por el Gobierno). Pero la operación venía dictada desde Moncloa, no por La Caixa. Ahí se rompió algo.

El Gobierno juega

Cuentan que Sánchez pidió a principios de año que Fainé diera un paso al lado. Que aceptara una presidencia honorífica. Y que nombrara a Simón vicepresidente tras la dimisión de Burniol. Pero la respuesta fue otra: Javier Godó. Intocable el editor. Un movimiento elegante, y a la vez definitivo.

Coronas fue la otra pieza. Nombrado director general y secretario del Patronato a finales de diciembre, su designación desató la ira de Burniol contra Fainé. “No estoy aquí por tu gracia divina, sino por Pasqual Maragall”, le espetó a gritos. Y se marchó. Fue un episodio áspero, casi teatral.

Cerco a Simón

Desde ese momento, Coronas actuó como contrapeso interno de Simón. Nunca ocultó sus diferencias. A su lado, otros controllers: Goñi, como enlace político; José María Méndez, como adjunto. El cerco estaba completo.

Cada movimiento del Gobierno recibía una réplica. Cuando se criticó el nombramiento de Maite Barrera y Francisco Reynés como nuevos miembros del patronato, Fainé contraatacó. Y Simón salió por la puerta lateral.

Isidro Fainé, presidente de la Fundación ”la Caixa”

Isidro Fainé, presidente de la Fundación ”la Caixa” FUNDACIÓN ”LA CAIXA”

Partida inacabada

La partida aún no ha terminado. En 2026 se renuevan varios miembros del Patronato. La estructura de poder está en juego. “Fainé se autosucederá —dice un veterano—. Sánchez puede durar dos años más; Fainé tiene que espabilar. Si cae, suben otros. Así de simple”.

A Fainé se le reconocen logros históricos: convirtió Caixabank en uno de los 25 mayores bancos europeos y transformó la Fundación en la tercera del mundo en activos, solo detrás de las de Gates y Wellcome. Es el filántropo español por excelencia.

Luz y tinieblas

Pero su historial también acumula sombras. Hay quien le acusa de hacer y deshacer ejecutivos como quien cambia de corbata. El discurso público, impregnado de valores cristianos, contrasta con la frecuencia con que pulsa la trituradora. “El ruido no hace bien, y el bien no hace ruido”, repite con frecuencia el banquero como eslogan personal.

La lista de damnificados es larga: Juan María Nin, Jordi Gual, Juan Rosell, Jaume Giró, Antoni Massanell, José Ignacio Goirigolzarri, Alejandro García-Bragado, Marcelino Armenter, José María Álvarez-Pallete... y ahora, Simón. Todos ellos, en algún momento, fueron vistos como sucesores. Ninguno lo fue.

Porque, al final, Fainé no tiene quien le suceda. Ni quien lo contradiga. La sucesión, si llega, será escrita por él. A su manera. Con letra firme. Y es posible que sin testigos.