
¿Esto qué es?
Después de muchos domingos presentándole al lector de Crónica Global mis obras de arte preferidas en la historia del arte contemporáneo, he pasado a darle la voz a personas interesantes por sus logros artísticos o intelectuales para que sean ellos los que elijan su obra de arte preferida, por lo menos en el momento en que hablo con ellos.
Ayer pasó por Madrid el fotógrafo Gregori Civera, que recientemente ha expuesto en el MACBA sus imágenes de las casas baratas en algunos barrios de Barcelona y ahora expone sus fotografías, junto con Jorge Ribalta, del Dispensario antituberculoso del Raval, en la galería Àngels de Barcelona. Estará abierta hasta final de este mes.
Se proyectaba en la cineteca de Matadero un valioso material cinematográfico personal del arquitecto Ricardo Bofill (1939-2022) bajo el título Destellos de utopía. El archivo cinematográfico de Ricardo Bofill, y consistente en dos películas –Imagen de la ciudad y Alucinación arquitectónica, ambas de 1967 y rodadas en 1967 en formato de super 8, ambas sobre la forma y la apariencia de aquella época. Un material experimental que seguramente tendrá amplio recorrido en los próximos meses y años.
Civera trabaja habitualmente con el estudio Bofill, de ahí su presencia ayer en la Cineteca de Matadero. Especializado, entre otras cosas, en fotografía de arquitectura, viaja con frecuencia por todo el mundo para obtener la mejor imagen posible de los edificios que el estudio edificó y sigue levantando en los cinco continentes. Le había leído en una entrevista que sus preferencias entre los clásicos de la fotografía destacan Eggleston y todo el New Color (Sternfeld, Shore), Avedon, Penn, y entre los contemporáneos “sobretodo Philip-Lorca Dicorcia por su planteamiento lleno de referencias y su capacidad para mezclar lenguajes.” Pero de esa entrevista hace dos años. “Hoy”, le pregunté ayer, “si pudieras elegir una sola obra de arte a casa, ¿cuál elegirías?” Y manejando el móvil, localizó inmediatamente una imagen de Thomas Ruff, conocido fotógrafo alemán nacido en 1958.
--Vengo de Florencia –dijo Civera--, donde he estado por trabajo, pero encontré un momento para visitar el museo y me pasé veinte minutos plantado ante este rostro.
Thomas Ruff estudió fotografía en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, bajo el magisterio de los influyentes Bernd y Hilla Becher, donde tuvo como condiscípulos a Andreas Gursky y Candida Höfer. Suele trabajar en series. Creo que su mayor reconocimiento lo alcanzó con el libro Desnudos, al que el novelista francés Michel Houllebecq aportó un prólogo en el que contaba sus visitas, acompañado de su mujer, a un club de intercambios sexuales, un texto, por cierto, desolado como todos los suyos.
Interesante en las fotografías de Desnudos de Ruff es que él no tomó ninguna fotografía. Las seleccionaba en el caudaloso archivo de pornografía en internet y las manipulaba digitalmente, coloreándolas y emborronándolas para conseguir un efecto de desenfocado o movido parecido al de algunas obras de Richter.

Retrato. P. Stadtbäumer
La serie de retratos en la que figura la imagen que ha elegido Civera para “llevársela a casa” Porträt (P Stadtbäumer) fechada en 1988 es muy diferente a esos desnudos. Los modelos posan con la máxima inexpresividad, sin ninguna voluntad de comunicar nada. Es como si Ruff hubiera fotografiado una colección de jarrones. Con la salvedad de que el rostro humano es más interesante que el jarrón.
--Como sabes –me dijo Civera--, yo uso una cámara grande y busco y me gusta la precisión y el detalle en la fotografía. Este retrato, en concreto, aporta muchos detalles gracias al gran tamaño, son fotografías de más de dos metros por uno y medio. Ves a la persona, ves a la chica, ves el rostro con todo lujo de detalles, incluso puedes ver la fibra de la ropa que lleva. En la vida corriente tú no puedes estarte veinte minutos delante de una persona, mirándola detenidamente, ¿verdad?
--No –respondo--, sería una impertinencia.
--El arte lo permite. Estuve mirando esta foto de Thomas Ruff durante veinte minutos, pero créeme que me hubiera quedado mucho tiempo más.