Cada mañana nos desayunamos con alguna nueva trapisonda del Gobierno, y superada la sorpresa inicial, la justa indignación y la divina impaciencia, tengo la impresión de que empezamos a tomárnoslas a chufla (una cosa muy española, por otra parte: si no puedes solucionar nada, ríete, que es lo que hicimos durante años con los chistes de Franco).

Como no teníamos bastante con la mujer y el hermano del presidente y la pareja cómica Ábalos & Koldo, ahora nos enfrentamos a Leyre Díez, quien dejando atrás las armas del típico secuaz, opta por las del sicario, como hemos podido comprobar en esos audios divulgados por El Confidencial en el que esta presunta fontanera del PSOE intenta extraer a un imputado información comprometedora (lo que viene siendo buscar mierda, con perdón) sobre el teniente coronel de la Guardia Civil que investiga cuestiones relativas al Gobierno y que tal vez dejen a éste en mala posición.

Leyre, como su jefe, es proactiva y resiliente. Mientras busca mierda de la buena sobre el teniente coronel Balas (qué apellido tan apropiado para su vocación), le queda tiempo para intentar convencer a algún diario para que publique un video sexual de un juez que también le molesta. Gracias a los audios citados, observamos que Leyre gasta un tono chulesco, propio de barra de bar, en el que exige y va al grano. No le desea ningún mal al señor Balas, pero si aparece muerto, tampoco hay que sobreactuar en la desgracia. Expuesta por El Confidencial y rechazado su video por El Español, la pobre Leyre se queda compuesta y sin chantaje.

Cuando la pillan con el carrito del helado, se saca de la manga un supuesto libro que está escribiendo (¿sobre la dura vida del sicario?) y se queda tan ancha. En el PSOE le aplican la doctrina del si te he visto no me acuerdo. Félix Bolaños tiene el cuajo de asegurar que no sabe quién es. Otros mandamases del partido hablan de ella como si se la hubiesen cruzado alguna vez en un ascensor, donde habrían cruzado cuatro palabras y hasta luego, Lucas. Es como si todos siguieran el protocolo de Misión Imposible, aquí levemente alterado: "Si son detenidos en el cumplimiento de su misión, negaremos que exista ninguna relación con ustedes: hagan el favor de autodestruirse en 15 segundos”.

Si le preguntas al Gobierno por Leyre te dirán, en el mejor de los casos, que se trata de una militante que va por libre y a sus cosas. Otros aseguran que es la mano derecha de Santos Cerdán, que lo niega mientras espera con ansia ese informe de la UCO sobre su augusta persona que amenaza con amargarle la vida, con lo que le ha costado pasar de electricista a capitoste del PSOE.

Como a Leyre le gusta hacerse fotos con famosetes, hay un montón de imágenes de la interfecta con toda esa gente que dice que no la conoce (incluyendo a Pedro Sánchez). Y ella, de natural boquirrota, ha hablado varias veces de su entrañable amistad con Begoña Gómez.

Como decía Sherlock Holmes, cuando eliminas todo lo imposible, lo que queda es la verdad. Así pues, si no nos creemos que Leyre actuara por su cuenta, llegaremos a la conclusión de que obedecía órdenes de alguien, y para ser ese alguien, a Sánchez y a Cerdán les sobran las papeletas.

Cuando no están mintiendo (ahí se sigue al pie de la letra el consejo del infame Roy Cohn al joven Donald Trump: “Niégalo todo. Tú di que no has sido. Si te mantienes en tus trece, saldrás bien librado del desafío”), los secuaces de Sánchez intentan contraatacar con lo de siempre; es decir, que son víctimas de una campaña de fango y bulos por parte de la derecha y la extrema derecha para derribar al Gobierno más progresista de la historia de España. Y como Sánchez ha convertido al PSOE en una secta, sus esclavos (le deben el sueldo, el cargo y puede que hasta la vida) repetirán como loros las consignas del líder.

Cuando la desfachatez es extrema hay que recurrir al humor como autodefensa. De ahí todo el pitorreo desatado en las redes sociales sobre la sicaria Leyre. La situación es desesperante, pero nos la tomamos a cachondeo para que no nos haga tanto daño. Es muy triste que el PSOE de Sánchez se haya ciscado en lo que quedaba de la socialdemocracia española, pero tal vez lo es más que un partido otrora respetable haya devenido una banda mafiosa.