Michelle, en la entrada del establecimiento de 52 Moments en la calle Ausiàs Marc

Michelle, en la entrada del establecimiento de 52 Moments en la calle Ausiàs Marc Gabriel Izcovich

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Un oasis entre el apagón barcelonés: cuando una cafetería sirvió bocadillos y Wi-Fi a "una avalancha de gente"

Este 28 de abril de 2025 se han parado la ciudad y el país, pero un establecimiento ha saciado dos de las necesidades más básicas de la gente del Eixample

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Los tiempos cambian. En la Edad Media, los ciudadanos podían vivir sin teléfonos móviles ni ordenadores porque no había electrónica a la que acostumbrarse. En 2025, la electrónica ha consumido la industria y, en definitiva, las vidas humanas. Todo está en la nube. Si se cae la nube, se cae la vida. El agua, el oxígeno y la comida son la gasolina de las personas, e internet es su motor. Este 28 de abril de 2025 es histórico: el día que España, Cataluña y Barcelona se apagaron.

Toda Barcelona se apagó al mediodía. Por la tarde, la gente deambulaba por la calle en masa. Lo opuesto a los días de confinamiento de hace cinco años. Paraban sin éxito taxis ya ocupados, y miraban el móvil esperando el retorno de la conectividad. Con el paso del tiempo, algunos puntos fueron recuperando la electricidad, pudiendo reactivar neveras, encender lámparas y reanudar datáfonos. En esas, la cafetería 52 Moments se erigió como oasis de la calle Ausiàs Marc del barrio del Eixample.

Michelle, coordinadora de la cafetería 52 Moments

Entre locales apagados, las trabajadoras de este establecimiento trabajaban a pleno rendimiento. “Tenemos luz porque lo ha decidido el Señor”, clamó una de las trabajadoras, después de haber pasado tres horas a oscuras. Por su parte, Michelle, coordinadora de la cadena, acudió al rescate de sus compañeras ante la "avalancha de gente”. Atendió a Crónica Global para revivir el fatídico mediodía y la intensa tarde.

“Me encargo de hacer la comisión de cada una de las tiendas. Cuando estaba en una de ellas, ocurrió el apagón, pero pensábamos que era solo en ese establecimiento. Justo al lado teníamos un banco, y nos dijeron que tampoco tenían luz. Entonces pensamos que era cosa del barrio, y que enseguida vendrían a arreglarlo”, reconoció. 

Michelle, en la entrada de la cafetería 52 Moments

Michelle, en la entrada de la cafetería 52 Moments Gabriel Izcovich

"Era imposible comunicarme con mis jefes"

“Pasó media hora, y empezábamos a ver más alboroto en la calle, gente que se acumulaba. Me comuniqué con los jefes de la cadena, para comunicar que estábamos sin electricidad. Enseguida me llamaron tiendas de mi área, que es Barcelona, avisándome que se quedaron sin luz. Así que nos dimos cuenta que era algo a nivel general”, prosiguió. 

“Luego, tuve que coger mi coche y salir porque tenía que ir a otras tiendas de la cadena. Vi que los semáforos dejaron de funcionar. Y un poco de caos en cuanto al tráfico. No habían suficientes policías para gestionarlo. Fui escuchando a ancianos escuchando la radio y me enteré que era algo importante. Era imposible comunicarme con mis jefes, y no sabíamos qué hacer. Tampoco llegaban los trabajadores del turno de la tarde”, siguió. 

52 Moments sirve comida y, sobre todo, Wi-Fi

“Algunas tiendas cerraron a las cinco de la tarde, pero esta de la calle Ausiàs Marc ha seguido trabajando porque recuperó la electricidad. Desde la mañana, no supimos qué haríamos. Creemos que vamos a cerrar nosotras mismas”, añadió. 

Entonces, empezó el momento oasis: “Recuperamos la electricidad de casualidad y, desde entonces, hemos recibido una avalancha de gente. Vinieron a preguntarnos si teníamos Wi-Fi, si servíamos café, e incluso si teníamos pan. El pan desapareció, y los bocadillos se fueron acabando. Porque el apagón ocurrió a la hora de comer, y los restaurantes no podían servir comida”.

52 Moments fue un oasis. Durante las tres horas a oscuras, pudo mantener su servicio alimenticio al poder conservar la comida y la bebida y cobrar en efectivo. Nadie perdió el juicio en el local ante el asombro provocado por una situación inesperada. 

Mesas ocupadas, extranjeros perplejos, y locales desesperados. Todos los enchufes estaban ocupados, para cargar el móvil con toda la batería posible. Como el aventurero que llena su cantimplora en un oasis. "Si no era por el Wi-Fi, era para cargar los teléfonos", admite Michelle. El apagón ha afectado al país y a la ciudad. Pero, para su suerte, surgieron nuevos oasis.