Boi Ruiz, Mas-Colell y Pere Mir, en el centro Cellex

Boi Ruiz, Mas-Colell y Pere Mir, en el centro Cellex

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Pánico en el sector científico catalán tras la caída de Cellex y el BSC: "Saldrán más casos"

Gerentes y altos mandos de fundaciones científicas catalanas revisan las contabilidades de la última década con temor de que se descubran usos "opacos o cuestionables" del dinero público

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Un fantasma recorre los centros de investigación catalanes: el de la malversación de fondos públicos. Tras las indagaciones de la Justicia a la Fundación Cellex y al Barcelona Super Computing Center (BSC), todas las alarmas han saltado en las instituciones de I+D catalanas. "Ahora mismo se están revisando muchas auditorías que se habían hecho sin gran esmero", explica una fuente conocedora del sector tecnológico catalán.

La hipótesis sostenida en el sector es que la red de fundaciones de investigación catalanas ha sido "muy laxa" en su control económico. "Se ha aprovechado una estructura de investigación de prestigio mundial para hacer un uso opaco o cuestionable del dinero público. Saldrán más casos en los próximos meses", sostienen las mismas voces.

El escándalo del Caso Cellex, que investiga el saqueo de las fundaciones solidarias del empresario y mecenas Pere Mir, ha destapado la caja de los truenos del sector científico catalán. Según fuentes conocedoras, es la primera pieza de un dominó.

La intervención de la Generalitat a la fundación Cellex por administración desleal y apropiación indebida de sus tres albaceas, Josep Tabernero, Jordi Segarra y Francisco Capellas, también ha coincidido con otro escándalo en el sector science catalán: la investigación de la Fiscalía Europea al Barcelona Supercomputing Center por malversación.

El BSC y el ICFO, también tocados

La Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional irrumpió la semana pasada en el BSC para incautar documentación que aclare el destino de ocho millones de euros captados de los fondos Next Generation de la UE. De momento no hay detenidos.

Otro de los casos que han hecho saltar todas las alarmas es el pago de 500.000 euros por parte del entorno de la fundación Cellex a Lluís Torner, expresidente del Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), que se ejecutó como una "donación personal", según destapó este medio.

El ecosistema que promovió Mas-Colell

Todo ello orbita sobre un ecosistema científico que en su día trató de robustecer el exconseller Andreu Mas-Colell durante los primeros años de la década de 2010. De un prestigio internacional intachable, estas fundaciones independientes han tenido un control financiero más laxo que si fueran apéndices del sector público al uso.

Fue precisamente Mas-Colell quien asoció a Pere Mir y su patrimonio a la patronal nacionalista FemCat. Durante el mandato del president Artur Mas, convenció al patrono para donar a la ciencia su legado. También logró que la Fundación Cellex entrara en un artefacto que él mismo creó: la discutida Fundación BIST (Barcelona Institute of Science and Technology).

Reminiscencias del 3%

"De momento, el caso es parecido a cuando se comenzó a hablar del 3%. Existe la sospecha de que se ha aprovechado una estructura de poder para hacer un uso particular y excesivo de fondos públicos, pero aún no se puede demostrar del todo", detalla un empresario del sector. 

Estas pasadas semanas, distintos capitostes de las entidades científicas han desempolvado viejos balances y auditorías, para revisar hasta qué punto "se les ha ido o no se les ha ido la mano".

Endogamia y poco control

Las entidades sobre las que se pone la lupa son aquellas que se agrupan bajo la red Cerca, fundaciones vinculadas a las universidades catalanas, pero autónomas en su gestión. Aunque la idea de esta red era "buena", se ha pecado de una excesiva "endogamia", que ha dejado sin control externo el uso de fondos. "Hay muchos centros que son referentes científicos, que jurídicamente no lo son tanto", detallan las mismas voces internas.

Gran parte de la red Cerca, impulsada por Mas-Colell, está ahora intranquila, y gerentes y altos mandos de las fundaciones revisan las contabilidades de la última década, a riesgo de ser los siguientes defenestrados por la comunidad científica, como ya ha ocurrido con Segarra o Tabernero.